El 22 de agosto de 1939, Hitler confiaba a los jefes de sus ejércitos que pretendía sembrar la muerte entre la población civil polaca, antes de añadir: "Después de todo, ¿quién habla hoy de la aniquilación de los armenios?".
En efecto, tras los procesos intentados por Estambul contra los principales responsables de las políticas de exterminio, bajo presión de las potencias victoriosas, entre 1919-1922, el genocidio armenio cayó rápidamente en el olvido. Desde la fundación de la Turquía kemalista en 1923, la versión oficial de Ankara no ha variado: los armenios cayeron víctimas de los rigores de la guerra, de epidemias fatales y de actos de violencia aislados. Por tanto, el Estado otomano no tuvo ninguna responsabilidad en esta hecatombe.
Comentario: Versión oficial, siempre, para mascar la realidad y los culpables. Es esta versión que se enseña en las escuelas. Y esta versión oficial es una gran mentira.
La mecánica del genocidio
El verano de 1914, antes incluso de la entrada en guerra de Turquía el 26 de septiembre, numerosos datos plantean que los armenios de Anatolia estaban ya amenazados de aniquilación por el gobierno joven turco del Comité Unión y Progreso (CUP), en el poder desde 1908. La movilización general marcó en efecto el comienzo de una vigilancia generalizada de esta minoría, sospechosa de simpatías por el Imperio de los zares, mientras sus aldeas fueron sometidas a una opresión cada vez más brutal: impuestos arbitrarios, confiscaciones, registros, incautación de armas, en particular las de las organizaciones revolucionarias. En las zonas fronterizas con Rusia, unidades especiales, compuestas de refugiados musulmanes de los Balcanes y de delincuentes habituales, puestas en pie por el CUP y sometidas a las órdenes del ejército, se lanzaron a una primera ola de masacres y de deportaciones selectivas de armenios, acusados de colaborar con el enemigo.
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