El filantrocapitalismo, categoría en la que se enmarca la figura de George Soros, se ha aceptado en la sociedad actual como sustituto de la redistribución de la riqueza por parte del Estado. Así, se ve desde una perspectiva más que positiva la actuación de este tipo de figuras, independientemente de las consecuencias económicas que hayan generado.

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En la actualidad, es habitual ver en los medios generalistas a figuras económicas como Bill Gates, Warren Buffet o George Soros presentados como grandes filántropos. Dicho tratamiento, tan solo con estas tres figuras, nos otorga multitud de ejemplos suficientes para realizar estudios de gran envergadura, aunque este no sea uno de ellos. Se trata de tres de las diez personas más ricas del mundo, y por ende, tres de los mayores generadores de desigualdad mundial en estos momentos de crisis sistémica. Pero hay una figura que puede destacar por encima de las demás: la de George Soros. La razón principal es que Soros fue discípulo directo de uno de los más importantes filósofos y científicos sociales del siglo XX, Karl Popper. Por su parte, Soros también ha generado bibliografía académica aunque, por supuesto, no al nivel de su maestro.

A George Soros, de origen húngaro judío y de nacionalidad estadounidense, se le confieren multitud de ocupaciones, desde financiero a filósofo, de magnate a escritor. Es, actualmente y según Forbes, el décimo individuo más rico del mundo con 24.200 millones de dólares en un contexto en el que las 80 personas más ricas poseen lo mismo que las 3.500 millones de personas más pobres, es decir, la mitad de la población mundial. Lo que da un resultado de unos 200 millones de pobres por cada uno de eso ochenta individuos más ricos del planeta.

Esta fortuna tiene tres hitos fundamentales, que el mismo Soros reconoce en su obra La crisis del capitalismo global, como son la quiebra del Banco de Inglaterra en 1992, la crisis financiera en el mercado asiático en 1997 y la crisis del rublo en Rusia en 1998. Todas ellas provocadas intencionadamente por el propio Soros, como él mismo reconoce, con métodos probablemente inmorales, y como también afirman analistas financieros tanto del ámbito privado como del público.

Por otro lado, la Real Academia Española define filántropo como la «persona que se distingue por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad». Si este concepto se coteja con los tres acontecimientos previamente enumerados, no hace falta un profundo análisis para ver que se está incurriendo en una paradoja. Pero esta actitud por parte de los medios generalistas tiene un fin muy claro: legitimar la acciones probablemente inmorales de los más ricos del planeta y, además, generar un marco cognitivo y discursivo que lleve al consumidor de estos medios a vincular a las grandes fortunas con la labor caritativa a gran escala. En definitiva, crear la concepción de que estos personajes generan igualdad a largo plazo, y no desigualdad. Pero, si estudiamos las tres crisis provocadas por Soros y sus consecuencias, esta concepción no se sostiene.

Las tres crisis de Soros

Quiebra del Banco de Inglaterra, en 1992. En una época en la que los hedge funds no eran conocidas, Soros, en 24 horas —miércoles negro—, fue capaz de ganar 1.000 millones de dólares mediante la especulación financiera de divisas.

Inglaterra se encontraba en un momento de debilidad económica, por lo que Soros decidió actuar en beneficio propio, la orden que dio en su fundación fue de ir a la yugular. Las consecuencias directas fueron la pérdida de más de 3.300 millones de libras de los contribuyentes en Inglaterra. Las consecuencias indirectas para la sociedad, mucho más complejas de analizar, repercutirían en las posteriores privatizaciones de servicios públicos y recortes en políticas sociales. Así, Soros dice textualmente sobre su actuación en la quiebra: «Si hubiera debido verme confrontado a individuos y no a los mercados, no habría podido esquivar el problema moral de elegir entre dos alternativas. Bendigo al cielo por haberme guiado hacia los mercados financieros en los que nunca he tenido que mancharme las manos (Toussiant, 2002: 144).
Crisis asiática de 1997.


Comentario: En un individuo no sociópata, esta distinción entre poder percibir las consecuencias de sus actos, bien sea frente a individuos o al "mercado" no existiría. En este caso claramente esta distinción no está presente.


En esta crisis, Soros actuó mediante una técnica similar a la empleada en Inglaterra cinco años antes, pero esta vez en Malasia. El que fue primer ministro malasio en 1997, Mahathir bin Mohamad, señaló a Soros como responsable de la crisis monetaria de su país y de la posterior caída de las economías del sudeste asiático. Posteriormente, la crisis se extendería a países como Tailandia, Corea del Sur, Indonesia o Filipinas. Así, Maricela Reyes López afirma en su libro Impacto social de la crisis financiera y económica en Asia que el impacto social que tuvo dicha crisis fue fundamentalmente sobre las capas más vulnerables de la sociedad. Indica cómo en estos países se produce un aumento generalizado del desempleo —tan solo en 1998, señaló la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el total de desempleados aumentó en 10 millones de trabajadores—, al mismo tiempo que el de la tasa de pobreza, que alcanzó niveles anteriores a veinte años, como señaló el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Ante esta situación y las acusaciones de Mahathir, Soros, en una entrevista de noviembre de 1997 con Jennifer Hewett, contestó: «Si había un hombre que encajaría en el estereotipo del conspirador judeoplutocrático del mundo sionista bolchevique alguna vez, soy yo».

Crisis del rublo de 1998

Tras los dos precedentes previamente explicados, la figura de Soros era ya de las más reconocidas e influyentes en el mundo de las finanzas. Éste decidió afirmar que los mercados financieros rusos se encontraban en fase terminal y que era necesario devaluar el rublo entre el 15 y el 25 por ciento. Tan solo unos días después, el rublo cayó un 31%, lo que llevó al vicedirector del Fondo Monetario Internacional, Stanley Fisher, a culpar al mismo Soros de dicha devaluación monetaria. La especulación llevada a cabo por los mercados financieros y auspiciada por Soros hizo que la bolsa cayera un 20% y Rusia debió pedir un préstamo de 22.600 millones de dólares. Pero, aparte de la subida de precios —la inflación era del 300%— o la quiebra de bancos, la importancia esencial residió en la drástica bajada del nivel de vida de la población rusa. Así, una de las conclusiones que el propio Soros sacó de esta crisis fue que no importa para nada si tienes razón o no: lo que sí importa es cuánto dinero ganas cuando tienes razón y cuánto dinero pierdes cuando estás equivocado).

El filantrocapitalismo

Claro está que si alguien estudia la figura de George Soros y posteriormente se hace eco del tratamiento de medios como El País, El Mundo, ABC, La Razón, La Vanguardia o incluso el diario Público o publicaciones económicas como El Economista o Expansión no puede, al menos, plantearse la posibilidad de que existan intereses más allá del derecho a la información. La postura en los medios generalistas del estado español es sencillamente unánime ante este tipo de figuras. La capacidad crítica, fundamental para el ejercicio de la actividad periodística, es nula, no existe. Pero esto debe tener una explicación.

La explicación se basa en la aceptación del filantrocapitalismo como sustitución de la redistribución de la riqueza por parte del estado, incluso como sustituto del reparto en base a discriminación positiva en los países anglosajones. El término filantrocapitalismo fue acuñado por Matthew Bishop, editor de The Economist en su libro Filantrocapitalismo: Cómo los ricos pueden salvar el mundo. La estrategia consiste en la inversión conjunta de las personas más ricas del mundo para maximizar las ganancias de estas inversiones sociales. A esta estrategia ya se han unido relevantes multimillonarios como, además del propio Soros, Bill y Melinda Gates, Mark Zuckerberg, George Lucas y Mellody Hobson, Dave Goldberg y Sheryl Sandberg, Paul E. Singer, Jeff Skoll, Paul Allen, Richard y Joan Branson, Steve Bing y John Caudwell, entre otros. En principio, de dónde provenga el dinero que posteriormente va a ser invertido no parece suponer ningún problema de coherencia teórica ni ética. Esta forma de actuar también les reporta una mejora en su imagen personal e inversión en responsabilidad social corporativa para sus empresas, holdings, fundaciones...

Soros invierte en España

Para finalizar, es necesario informar de que desde principios de 2014 George Soros se ha comenzado a interesar por la inversión especulativa en España. La entrada de Soros ha sido directa al más alto nivel de las finanzas en España y en menos de dos años ya tiene 500 millones de euros invertidos en el Banco Santander, 400 millones de euros en la reciente privatización (OPV) de AENA, en el negocio de renovables de ACS con Florentino Pérez, 200 millones de euros en Endesa o 175 millones en Bankia. Pero la inversión que puede generar más alertas es su incursión en el mercado inmobiliario. España sufre una crisis económica, social y cultural sin parangón desde la Guerra Civil española, debida, en su mayor parte, a la burbuja inmobiliaria que se generó en el mercado español y que explotó en 2008. Ahora, con los precios de las viviendas en mínimos, se empiezan a recibir inversiones especulativas. Así, Soros ya posee el 3% de FCC de las hermanas Koplowitz y una inversión de al menos 700 millones de euros.

Por otra parte, se ha creado un fondo inmobiliario, Azora, una empresa de inversión en la que ha invertido otros 500 millones de euros y en la que también asesora a su equipo, que está compuesto, entre otros, por representantes de Goldman Sachs, asesores éstos, a su vez, de los responsables de la crisis mundial actual.

Ante la ausencia de cambios estructurales en esta crisis sistémica, la solución parece ser dejar entrar capital de referentes de la especulación mundial con un largo pasado en generar quiebras en otras zonas geopolíticas. Así, una futura quiebra debida a la especulación con las mismas bases que generaron la crisis actual, no sería, en ningún caso, una hipótesis descarada.

Figuras como la de Soros, que ejemplifica perfectamente a la élite extractiva, son consideradas como necesarias para una salida «coherente» y «templada» de la crisis y no como las causantes principales de la misma. Si reina esta lógica, la próxima crisis tendrá similares características a la actual, eso sí, se partirá desde un nivel inferior de las condiciones materiales objetivas de las clases trabajadoras.