Totana Factory, así bautizó una publicación inglesa en 1913, a El Corro y El Rosao; dos curiosos personajes que a finales del siglo XIX le vendieron sus falsificaciones arqueológicas a los mejores museos del momento. Un payo y un gitano, de pueblo, listos como el hambre... la picaresca española frente a especialistas laureados, pulcros académicos y devotos de las antigüedades. Esa parece ser , al menos, una parte de la historia que arranca en un perdido yacimiento arqueológico del interior de Murcia, La Bastida, cerca de Totana.
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Especialistas en dar el cambiazo. En hacer pasar lo falso por verdadero. Lo nuevo por viejo. Lo copiado por auténtico; logrando, en ocasiones, que el plagio supere al original. Es de recibo reconocer los méritos de timadores, impostores...artistas. Difícil resistirse al halo de misterio y leyenda que acompaña a quien ha sido capaz de embaucar a expertos y coleccionistas de tesoros artísticos. Un universo en el que caben mafias, pícaros y especuladores...

En el arte, las falsificaciones son un clásico, a parte de un negocio. Y ahí en el panteón de los falsarios, tienen espacio propio El Corro y El Rosao.

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El caso, según cuenta los investigadores del yacimiento argárico de La Bastida, uno de los más relevantes de la prehistoria, fue más o menos así: en 1869, un ingeniero murciano, Rogelio de Inchaurrandieta, aficionado a las antigüedades, descubre en un monte aislado un antiguo poblado de la Edad de Bronce. Al poco, empiezan a circular las primeras falsificaciones cerámicas. Es la época de las grandes exploraciones arqueológicas y cualquier reliquia se antoja el Santo Grial.

Verdadero o falso

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Inés Fregeiro, arqueóloga y antropóloga en La Bastida, ha investigado las idas y venidas de El Corro y El Rosao. Al parecer, es un campesino de la zona quién les habla por primera vez de un "sitio con huesos". El sitio con huesos iba a descubrirse como una de las mayores ciudades prehistóricas de Europa. Fósiles, tumbas, cerámica, abalorios y adornos esperaban a desenterradores del pasado y buscadores de tesoros.

Inés explica como, para avejentar las piezas, "las sumergían incluso en el mar, y para venderlas hacían toda una escenificación, llevaban a los interesados hasta el yacimiento, y allí se las mostraban".

El Corro y El Rosao reaprovechan las tumbas y colocan los objetos, luego los cubren con tierra. Tratan de darle el valor de autenticidad que no tenían. A pesar de lo aparatoso de la venta, La Bastida tiene una ventaja, está cerca de una ciudad, Totana, de larga tradición alfarera... hay materia prima y manos expertas.

No les va a costar a los ávidos vendedores encontrar ávidos compradores a los que timar. Según señalan estudiosos y estudios, porque en buena parte a los compradores les daba igual la legalidad o autenticidad de las piezas, mientras pudieran hacerlas pasar por legales y auténticas. Pero, los pícaros murcianos van a pecar de exceso de confianza...

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La ciudad escondida

La Bastida se encuentra en un cerro conocido como la Ciudad Escondida, una de las primeras grandes ciudades europeas. Se levantó entorno al 2.200 antes de Cristo y perduró durante casi 700 años. El yacimiento ha proporcionado una información fundamental sobre la civilización argárica, la primera en la Península en tener división por clases sociales. Sin un ataque exterior que lo justifique, un día desapareció.

La creatividad se les fue de las manos

El negocio marchaba bien hasta que los falsificadores de La Bastida se crecieron demasiado. Exceso de confianza, un clásico. Tras imitar la cerámica argárica y reproducir motivos iberos o romanos, se inspiran en antigüedades precolombinas ¿Qué hacían motivos mayas en vasijas murcianas? Les pillaron. Para entonces habían colocado piezas a enviados de los mejores museos del mundo, entre ellos el Louvre y el Museo de Barcelona. En algunos lugares, hoy siguen exbihiéndose como auténticas, y en otros como falsicaciones precursoras de un arte de vanguardia... Sin dudar de la inteligencia innata de paisanos murcianos, ¿cómo llegaron tan lejos?

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"Lo que ocurre nos habla de una red"

"El Corro y el Rosao solos no habrían podido mover las piezas como lo hicieron. Necesitaron la complicidad de alguien de dentro, explica Inés Fregeiro, Tuvo que haber una red que pudiera mover las piezas para que llegaran hasta donde llegaron". Aún se ignora quiénes la integraban y cual era su circuito, aunque hay quien señala a un tal Cayuela, sobrino de Inchaurrandieta, como pieza clave. "No se trata de unos pilluelos timadores que estafan a buenas gentes. Es una historia, un engaño, entre ricos", continúa Inés. Yo sé, tú sabes que yo sé y yo sé que sabes pero, nos vale el juego mientras ninguno de los dos lo diga en alto.

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Al modo de Umberto Eco: el vendedor y el comprador saben que la reliquia es falsa pero es una bonita forma de hacer turismo. Miguel Ángel comenzó imitando, falsificando. Cuenta Giogio Vasari que "copió dibujos de los antiguos maestros de manera tan perfecta que sus copias no podían distinguirse de los originales, ya que ahumaba y teñía el papel para que pareciera antiguo"

Con información del yacimiento de La Bastida, Público, Wikipedia e investigación propia. Fotos, La Bastida y fuentes policiales.

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