Sequía en África
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En los suburbios de Johannesburgo, unos voluntarios organizaron una colecta de botellas de agua para ayudar a agricultores desesperados. Ante la peor sequía en mucho tiempo, cada gota cuenta.

Los cultivos han quedado destrozados y los grifos de las ciudades se secan, lo que explica la importancia de las botellas y bidones de plástico llenos de agua.

Janine Boshoff vive en Boksburg, en las afueras de Johannesburgo. Un día leyó un mensaje colgado en Facebook por un ganadero que le impactó: dudaba si debía matar a su ganado que se moría de sed.

"Si un ganadero pudo sentir esas emociones por un animal, espero que los hombres puedan sentir lo mismo los unos por los otros", afirma esta mujer de 35 años.

Janine se puso manos a la obra. Pidió a sus vecinos que llenaran sus botellas vacías. Pasados unos días, el jefe de su hermana puso a disposición un camión para transportarlas a la provincia del Estado Libre (centro), el corazón agrícola del país, muy afectado por la sequía.

Su vecina Jolanda de Plessis y su empleada doméstica recorren las calles para distribuir folletos. Por la noche cuentan las botellas y las apilan en casa de Jeanine.

Temperatura récord

"Las temperaturas anormalmente elevadas y las escasas lluvias de 2015 son el resultado de la combinación del fenómeno natural El Niño y la acción del ser humano que provoca el cambio climático", explica Robert Scholes, profesor de ecología de la universidad de Witwatersrand en Johannesburgo.


Comentario: La terrible sequía es real, pero sabemos que el cambio climático antropogénico es una falsedad. Lo que está ocurriendo es algo más grande y siniestro.


El Niño es una corriente cálida y ecuatorial propia del Pacífico que reaparece cada cinco o siete años, aumentando las temperaturas. En algunas zonas causa sequía y en otras, inundaciones graves.

Esta semana se prevé que la Agencia Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) anuncie que 2015 fue el año más cálido de la Historia en el mundo desde que se dispone de datos.

En octubre pasado, cuando aún no había comenzado el verano austral, la localidad de Vredendal, situada a tres horas al norte de Ciudad del Cabo, batió récords: se registraron 48,4 grados, o sea la temperatura más elevada del mundo en un mes de octubre.

Ese mismo día, 17 ciudades sudafricanas batían un récord de calor, por encima de los 38 grados.

Al comienzo de enero, Johannesburgo y Pretoria registraban temperaturas que no se recuerdan en esas ciudades, a más de 1.400 metros de altitud, con 38 y 42,5 grados.

25% de derroche

La semana pasada, los servicios meteorológicos anunciaron que 2015 era el año más seco en 112 años. Y las previsiones para los años siguientes pronostican periodos todavía más áridos.

"Sudáfrica siempre ha sido un país en el que el agua escasea. Estamos acostumbrados a gestionar penurias y durante mucho tiempo conseguimos responder a la demanda", afirma Dhesigen Naidoo, director de la agencia gubernamental del agua. "Pero en el futuro vamos a necesitar mucha más agua", añade.

Para él, es indispensable diversificar los recursos de agua y mejorar su uso.

"Cada día en nuestro sistema se pierde una cuarta parte del agua potable", asegura Naidoo.

"Empezamos a hacer exactamente lo que hace falta para garantizar el agua en el futuro. Pero ¿seguiremos haciéndolo cuando pare la sequía?" se pregunta.

Por de pronto, en Boksburg, cada vez más habitantes aportan su grano de arena. El camión parte con miles de litros de agua para las zonas rurales, donde la falta de precipitaciones esboza un futuro bien sombrío.