Imagen
© Desconocido
En un concienzudo análisis que escribió para El Informador Público, el especialista Agustín Monteverde señala con acierto que el incremento de los precios de los alimentos ha vuelto a ocupar el centro de la atención mundial, luego que en enero alcanzaron un máximo histórico. En su séptimo mes consecutivo de incremento, el índice de precios de alimentos de la FAO tocó su nivel más alto desde que comenzó a medirse en 1990, en términos nominales, y superó el pico de 224,1 registrado en junio de 2008, durante la crisis alimentaria de 2007/08.

Según el experto, el índice que mide los cambios mensuales en los precios de una canasta de alimentos compuesta por cereales, semillas, lácteos, carne y azúcar, promedió 230,7 puntos en enero, frente a los 223,1 puntos de diciembre. Esta situación se vuelve dramática en los países más pobres, donde el gasto en alimentos puede representar cuatro quintas partes del presupuesto de una familia. La inflación de las materias primas alimenticias está en las raíces de las protestas en Jordania. Y en Túnez y en Egipto fue determinante para la caída de sus respectivos gobiernos.

Las autoridades agrícolas creen que los peores efectos del actual repunte de los alimentos todavía no se han sentido. El aumento de los precios mayoristas de los alimentos se está filtrando lentamente en los valores minoristas, lo que agudiza las presiones inflacionarias y gatilló disturbios esporádicos en países como Argelia y Mozambique. Las autoridades alimentarias de la ONU temen que haya más manifestaciones a medida que los gobiernos y las compañías trasladan a los consumidores el alza de hasta 110 % en los precios globales de los alimentos. En promedio, los principales commodities han experimentado subas de 32 % durante los últimos 6 meses de 2010.

El azúcar alcanzó a su nivel más alto en 30 años. El trigo, el maíz y la soja alcanzaron los niveles más altos en 31 meses. Preocupa que el clima seco que está sufriendo la Argentina -segundo exportador mundial de maíz- y que las bajas temperaturas en Estados Unidos -mayor exportador del mundo- puedan afectar el desarrollo de los cultivos. Los stocks de maíz y soja en Estados Unidos se encuentran en niveles bajos sin precedentes. Los países del norte de África y el Medio Oriente están acaparando las existencias. Las mejoras de la soja se dieron a pesar de la decisión de China de elevar la tasa de interés para contener la inflación.

La sostenida demanda de la oleaginosa a nivel mundial y las previsiones de que la oferta global estará más bien restringida para julio-agosto forzaron la suba. Y la mejora en las estimaciones de producción sojera en Brasil y Argentina debido a las más favorables condiciones climáticas no fue suficiente para frenar la suba de los precios. En Brasil se prevé una cosecha de entre 69 y 70 millones de toneladas, lo que marcaría un nuevo récord de producción. En Argentina se estima que la cosecha rondará 48 millones de toneladas.

Según Monteverde se pueden esbozar varias razones para la fuerte suba de los alimentos. En primer lugar, la población mundial está creciendo más rápido que la superficie cultivada. La suba comenzó algunos años atrás con la mayor demanda de China, donde la mejora en el poder adquisitivo de la población hizo que aumentara el consumo de carne y crecieran las importaciones de soja para alimentar al ganado. Otra razón del alza de los precios reside en las graves condiciones climáticas globales que han afectado los pronósticos de producción.

Rusia, Brasil y la Argentina sufrieron sequías mientras que Australia padeció inundaciones sin precedentes. El ciclón Yasi, con vientos de hasta 300 kilómetros por hora, afectó negativamente los cultivos de caña de azúcar en Australia, tercer exportador mundial. También ha incidido negativamente el uso de las materias primas agrícolas para la producción -por cierto, subsidiada- de biocombustibles, en lugar de dedicarlas a la alimentación. La desvalorización del dólar -moneda en las que están nominados todos los commodities alimenticios- ha impactado también en la suba de los precios. Por último, el desarrollo de los fondos de índices de materias primas puede contribuir a formar burbujas en estos mercados.

Según el analista, encerrada en sí misma, la Argentina permanece ajena a la realidad contemporánea y frena las exportaciones de aquello que al mundo le es indispensable: alimentarse. Mientras el gobierno argentino sigue jugando a entorpecer al sector productor, en el mundo ya se está hablando de la creación de stocks de alimentos que puedan ser utilizados en casos de urgencia como crisis climáticas. A contramano de la fuerte regulación que hace fronteras adentro, el gobierno planteará al G-20 su rechazo a que se regulen los precios de las materias primas o que se controlen sus mercados de futuros. Sarkozy planteó que el mercado de commodities atraviesa una situación de burbuja especulativa, lo que pone en riesgo la "seguridad alimentaria" internacional. La regulación de estos mercados se convirtió en su principal objetivo mientras ejerza la presidencia rotativa del G-20. La Comisión Europea decidió desarrollar nuevas regulaciones para controlar la especulación en los mercados de commodities.

Por u parte, en otra examinación de la misma naturaleza, Arturo Navarro sostiene que la mayoría de los precandidatos presidenciales han convalidado la continuidad de los derechos de exportación. La mayor contradicción es que dicen defender el federalismo, mientras apoyan el impuesto más distorsivo para lograr una acción geopolítica de desarrollado moderna de inclusión. Los resultados preliminares del censo 2001 al 2010, muestran claramente que continua la concentración poblacional en 24 partidos del gran Buenos Aires, con un aumento de la población promedio de un 40% más, que el resto de la provincia de Bs.As. y del interior del país, después de 8 años de un crecimiento a tasas chinas según el gobierno.

Si analizara responsablemente nuestra dirigencia los motivos de la pobreza estructural que existe en el país, la marginación en que viven tantos argentinos, la desnutrición infantil más denigrante de más de un millón de niños en un país que produce alimentos para 500 millones de habitantes y los graves problemas de inseguridad que están soportando la sociedad en su conjunto, consecuencia del hacinamiento en que se vive en el conurbano, deberían ser motivos más que suficientes para juntarse a dialogar -oficialismo y opositores- para cambiar y concretar las políticas de Estado que necesita el país para salir de esta vergonzosa situación de decadencia.

Las extraordinarias condiciones que presentan la economía mundial y la necesidad de mayor cantidad de alimentos que va a necesitar el mundo, son los mayores alicientes que tiene nuestro país productor de alimentos, para poder crecer y desarrollarnos en forma equitativa por medio del complejo agroindustrial si sabemos aprovechar esta nueva oportunidad. Todo el secreto de la Argentina agrícola es la extensión y la calidad de su suelo. Las retenciones impiden, por un lado, ampliar el área sembrada y, por el otro, están destruyendo la calidad de la tierra.

La imagen anterior equivale a girar en descubierto en una cuenta corriente pero reponiendo, todos los meses, sólo el 30% del sobregiro. Algún día no lejano el gerente llamará para avisarnos que no tenemos más crédito. Pasará lo mismo con la capacidad de producción de nuestras tierras si continúa esta política de mantener permanentemente las retenciones. Porque esta política impide aplicar tecnologías imprescindibles para tener un sistema sustentable de producción. La realidad dice que, en nuestro país, el balance final de los nutrientes del suelo después de cada cultivo es siempre negativo. Concretamente, el promedio del uso de fertilizantes y minerales cubre solamente el 30% de lo que extraen los mismos, según las investigaciones del INTA.

Este proceso de deterioro tiene una explicación: seguimos priorizando las necesidades fiscales sin importarnos consolidar un sistema de producción a fin de atender una demanda de alimentos cada vez mayor. Porque cuando la rentabilidad se achica no se usan los nutrientes necesarios y cae la producción. El equilibrio de los nutrientes del suelo es lo que hace sustentable al sistema productivo, como el equilibrio fiscal es imprescindible para mantener estable la economía del país. La única diferencia es que para recuperar la productividad de nuestros suelos vamos a precisar muchos años, mientras que para recuperar un nuevo equilibrio fiscal la podemos hacer de un día para otro con una nueva devaluación de nuestra moneda.

Esta situación se agrava en las zonas con menor capacidad productiva y más alejada de los puertos, porque la rentabilidad de los cultivos en las actuales condiciones les impide poder usar las nuevas tecnologías y los insumos necesarios. Las nuevas fronteras agrícolas son las que más necesitan contar con el agregado de estos nutrientes, fundamentales para desarrollar un sistema productivo sustentable. No es incompatible el funcionamiento de un sistema productivo moderno de alta producción, con una buena rotación de cultivos y el cuidado del medio ambiente. Para la teoría moderna, hay que trabajar sobre las necesidades de los fertilizantes del suelo y no solamente la del cultivo. Por eso, es fundamental que quienes exploten el predio sepan que cuando se aplica un nutriente, los resultados del mismo no son solamente para ese cultivo que se está por sembrar sino que hay un valor residual para el próximo. Una política de incentivo al uso de fertilizantes debe ser una política de Estado, independientemente de que existan las retenciones a las exportaciones, porque es una necesidad que tiene la Argentina y el mundo de mantener la capacidad de producción de los suelos.