El asesinato de una joven japonesa provocó manifestaciones de protesta frente a las bases de EEUU en la isla. La sociedad nipona se queja de que ya desde hace mucho viene sufriendo los excesos de los militares acuartelados allí.
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© AFP 2016/ Toru Yamanaka
El asesinato de una mujer de 20 años, Rina Shimabukuro, a manos de un estadounidense, Kenneth Franklin Shinzato, ha sido el último episodio de una serie de crímenes cometidos por norteamericanos asentados en Japón.

El jefe del Centro de Estudios Japoneses de la Academia de Ciencias rusa, Valeri Kistanov, aseguró que la situación actual es peor de lo que cabría imaginar.

"El 27 de mayo está prevista la visita del máximo mandatario de EEUU, Barack Obama, a Hiroshima, una visita que debe sacar la astilla dolorosa de las relaciones entre EEUU y Japón, acentuada en su día por los bombardeos atómicos estadounidenses", señaló Kistanov.

"Y ahora, este suceso trágico puede manchar la reputación de la unión militar entre Washington y Tokio y afectar a la presencia de tropas en territorio nipón".

El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, declaró que va a discutir personalmente el delito con Barack Obama. La Cancillería del país asiático convocó al embajador estadounidense para que diera explicaciones.

No obstante, Kistanov subrayó en una entrevista a Sputnik que no es posible evitar casos parecidos pese a las exigencias de Tokio.

"Para evitar los incidentes trágicos de este tipo hay que prohibir a los estadounidenses salir fuera de las bases o bien retirar las tropas norteamericanas de Japón", indicó, añadiendo que ambas variantes son imposibles.

"Es poco probable que las fuerzas de EEUU se vayan de Okinawa, porque desde allí controlan China y la situación en la península coreana".