Seis meses después del último domingo electoral, los españoles estamos llamados de nuevo a las urnas. La falta de acuerdo entre los partidos que imposibilitó la designación de un presidente con posterioridad al 20D ha convertido este domingo en un momento histórico para un país sumido en el bloqueo con relación directa en la digestión de lo que se ha llamado "la nueva política". Las nuevas elecciones llegan marcadas por la incertidumbre sobre el comportamiento de un electorado que nunca en democracia había sido llamado a repetir sufragio en tan poco tiempo. Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera: sobre sus nombres reside la decisión.

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Atrás queda la campaña más rara de la historia de la democracia. Sin carteles en las calles (por acuerdo de las formaciones concurrentes), los principales partidos han jugado a no dar pistas en la segunda ronda del juego de los pactos. En estos 15 días los programas electorales han carecido de importancia. Los partidos asumen que los votantes ya oyeron esa música en las elecciones anteriores y no han querido contribuir al aburrimiento general, que tanta liturgia electoral podría causar en tan poco tiempo.

Los mensajes de todos se han dedicado a conjurar el temor al voto con segundas intenciones. Un juego de billar al que el PP respondió en campaña con la audaz idea de dedicar un vídeo en el que Rajoy le pedía el voto a Albert Rivera. Algo de esta campaña quedará en los libros de historia.

Llegamos a las urnas sabiendo que nadie tendrá los apoyos suficientes para gobernar en solitario. La pelea por el segundo puesto se ha convertido en la clave de las elecciones. En España, ya no está garantizada la victoria para el primero. A todo esto se suma la presión del día después y la afirmación generalizada de que nadie entendería unas terceras elecciones.

Las encuestas pronostican la posibilidad de un sorpasso ajustado que arrastraría al PSOE a la tercera posición en el Parlamento, pero las encuestas son más débiles que nunca y habrá que esperar a esta noche para ver si existe el voto oculto en el que los socialistas fían la suerte de su líder. El Partido Popular figura en todos los sondeos como ganador. Sin embargo, estas elecciones tienen más matices de los que Rajoy desearía, agarrado a su mantra de que "debe gobernar la lista más votada".

En unas horas se aclararán los aspectos clave que examinan las urnas. Será crucial medir el ascenso en escaños de Rajoy, en caso de que se produzca; habrá que ver quién gana en la carrera entre Iglesias y Sánchez y será fundamental otro dato: comprobar si PSOE y Ciudadanos suman más escaños que el Partido Popular; de ello dependerá la reedición del acuerdo que Rivera y Sánchez firmaron como antesala del Gobierno que nunca llegó.

Los candidatos tienen su futuro en manos de dos millones de indecisos que podrían decidir el estrecho margen en el que se mueve el reparto de la victoria después del domingo. Según las encuestas elaboradas por Celeste-tel para eldiario.es, tres cuartas partes de esos indecisos dudan entre PP, PSOE y Ciudadanos. La parte restante tiene su duda entre Unidos Podemos y el PSOE o la abstención.

Sobre los indecisos, la demoscopia tradicional dice que la mitad acaba optando por no votar. De cumplirse esta máxima, la presidencia estaría en manos un millón de votos que darían la medida del éxito del PP y confirmaría o no la llegada del sorpasso.

Los equipos de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se muestran convencidos de que el Brexit les beneficia frente a los nuevos partidos en los últimos minutos de campaña. "Ante situaciones de incertidumbre, el votante opta por lo que ya conoce", asegura un asesor de Génova consultado por eldiario.es.

La noche electoral se presenta intensa y, por primera vez en mucho tiempo, no se descarta la posibilidad de asistir al final de alguna carrera política si los resultados se tornan pésimos para alguno de los partidos tradicionales. El futuro de Pedro Sánchez es el que se encuentra en mayor discusión. Si Unidos Podemos logra el sorpasso, la continuidad del secretario general del PSOE estará seriamente comprometida.

En el caso de Rajoy, su partido se ha comportado como una roca sin asomo de crítica interna. Frente a esta confianza, están las declaraciones constantes que desde Ciudadanos han señalado que, llegado el caso, podrían apoyar al PP si el PP decide un cambio de líder.

En lo que respecta a Pablo Iglesias y Albert Rivera, su juventud política hace improbable que ningún resultado se los pueda llevar por delante.

Las elecciones se deciden en un puñado de escaños y a ese puñado se entregarán las calculadoras de los partidos para dibujar la posibilidad de pactos y las cesiones que en los primeros días de julio habrán de hacerse explícitas. Mientras tanto, Europa vive la convulsión del Brexit sin que España, por el momento, tenga una voz que diga: "Hola, soy el presidente del Gobierno y esto es lo que opino".