Los 11 acusados por la matanza ocurrida en Curuguaty en junio del 2012, han sido sentenciados como culpables y condenados a prisión. Esto merece que dediquemos por lo menos un momento a prestar nuestra atención a dos puntos muy importantes. Primer punto, este juicio fue una joda, un circo judicial sin pies ni cabeza.

Tras examinar rápidamente los elementos del caso que revelan su carácter grotescamente jodón, pongamos la mirada sobre el segundo punto: por qué este caso también te afecta a vos.

curuguaty paraguay manifestación
© REUTERS/ Jorge Adorno
La joda del juicio

No soy amigo de las teorías de conspiración, las cuales en su inmensa mayoría tienen a la paranoia, el prejuicio ideológico y a intereses particulares como madres. Pero hay en el caso de la masacre de Curuguaty, un olor a podrido que nos permite tener la sospecha perfectamente razonable, de que la versión oficial no es más que una máscara mal hecha para tapar jugadas macabras que mueven los hilos desde atrás.

La primera ráfaga de mal olor se desprende del propio origen del conflicto que desencadenó la tragedia. Tierras del Estado paraguayo en Curuguaty, fueron invadidas por el político colorado Blas N. Riquelme, el Estado le disputa la posesión de la tierra al invasor y a la vez inicia conversaciones con campesinos, para transferir la propiedad a estos últimos como parte de su política agraria.

Luego se rindió homenaje a los dioses de la joda y lo absurdo con un hecho insólito, el Estado representado por parlamentarios, la fiscalía, el Poder Judicial y la Policía Nacional, se dispuso a expulsar por la fuerza a los campesinos que se habían asentado en el lugar, con la excusa de proteger la propiedad privada de los invasores (la familia Riquelme). Esto es algo que si bien ya se ha mencionado en muchas ocasiones, parece no haber cobrado aún el peso que merece en el debate público. ¿Cómo se puede concebir que el Estado se ponga del lado de quienes le roban sus tierras, para patear en contra de un programa de una de sus propias instituciones, como en este caso lo era el programa de distribución de tierras del INDERT? Una breve pista para responder la pregunta: corrupción.

El resultado de ese extraño escenario es de público conocimiento, sangre, lágrimas y 17 muertes. Lo que sigue siendo un misterio es cómo se llegó a ese resultado. Durante 4 años, los ciudadanos paraguayos estuvimos pagándole el sueldo al fiscal Jalil Rachid primero, y a un equipo de fiscales que tomó la posta en el trayecto final después, para que resuelvan este misterio. Fuimos estafados, pagamos a fiscales para que realicen una investigación seria, y nos dieron un puñado de aspirantes a novelistas que durante todo este tiempo se dedicaron a crear -con pobre talento- una obra de ficción.

Según la novela creada por la fiscalía, entre 50 o 60 campesinos, entre los que se incluían ancianos, mujeres y niños, conspiraron para tender una emboscada mortal a alrededor de 320 policías. Los campesinos estaban armados principalmente con machetes y escopetas de las que se usan para cazar palomas, los policías tenían un arsenal de armas de grueso calibre, escudos tácticos, cascos, chalecos antibalas y helicópteros. Hasta aquí, este cuento es bastante difícil de tragar, pero se vuelve aún más difícil asignarle siquiera la más mínima dosis de credibilidad si le sumamos estas 3 preguntas.

1- ¿Por qué los campesinos llevaron a sus familias?

Si uno se prepara para iniciar una batalla encarnizada, en la que hay una alta dosis de riesgo de muerte, lo lógico sería que de ser posible, uno evite exponer ante el peligro a sus hijos, a su pareja, sus seres queridos. Sin embargo este no fue el caso en los campos de Marina Kué en Curuguaty, familias enteras estaban presentes. Lo que nos dirían los fiscales es que esto se debe a que los campesinos hicieron esto a propósito, para generar un ambiente de "acá no pasa nada" entre los policías, para que estos entren en confianza y así sea más fácil atacarlos por sorpresa. Pero esta es sencillamente una descripción muy caricaturesca de los campesinos, ni los más violentos barras bravas [Hinchas de fútbol que se caracterizan por su violencia - NdE] usan a sus mamás como escudos humanos en sus enfrentamientos, y este comportamiento sería raro hasta en los villanos de las películas, más aún en cualquier hijo de vecino que justamente está pidiendo tierras para que sus familias allí puedan vivir, no ser enterradas.

2- ¿Cómo pudo eso haber sido una emboscada a policías?

Las fotografías y grabaciones de los momentos previos al tiroteo, muestran claramente que al contrario de lo sostenido por la fiscalía, los campesinos no rodearon a los policías, fue todo lo contrario, los policías se dividieron en columnas que rodearon a los campesinos e incluso circula un video en el que se escucha claramente a policías discutiendo ese plan, tan solo momentos antes del inicio del operativo.

Por otro lado, el terreno tampoco parece óptimo para una emboscada. Tender una trampa a un adversario mucho más numeroso y mucho mejor equipado que te tiene rodeado, en campo abierto, es un plan que carece totalmente de sentido.

3- ¿Por qué lo hicieron?

Esta es una de las preguntas más importantes del caso. Todo crimen tiene una motivación, un objetivo. ¿Cuál era el de los campesinos? ¿Acaso la idea era matar a todos los policías y quedarse con las tierras luego de eso? Aún en el caso improbable de que los campesinos hayan tenido la combinación del genio militar de Napoleón, Julio César y el Mariscal Estigarribia, y hayan vencido en condiciones tan desiguales a tantos policías, hasta el más torpe y delirante de ellos tendría que haberse dado cuenta de que era imposible sostenerse en el lugar luego de concretada su masacre.

El Estado paraguayo cuenta con la fuerza de alrededor de 20 mil policías, a los que deben sumarse miles de efectivos del ejército que cuentan con aviones, helicópteros, tanques, granadas, rifles de asalto y un largo etcétera de elementos de combate. Está más que claro que 50 campesinos con perdigones de escopetas no iban a declararle la guerra a semejante contrincante y salir victoriosos, tenían nada que ganar y todo por perder.

En síntesis, el argumento de la fiscalía en este caso fue que campesinos llevaron de paseo a sus familias a una batalla suicida que no tenían forma de ganar, sin tener una buena razón para hacerlo, "de onda" nomás, porque son malos malotes malísimos a los que les gusta matar gente. Es un argumento estúpido, y argumentos estúpidos tratan de explicarse con pruebas igualmente estúpidas. Miremos algunas de las pruebas presentadas por el Ministerio Público.

pruebas caso curuguaty
© KurturalEstos objetos no son una sátira ni una exageración, son realmente algunos de los elementos que la fiscalía usó como supuestas pruebas.
La "prueba" (nótese las comillas por favor) que sirvió de base para imputar a los acusados, fue un cuaderno en el que figuraba una lista con sus nombres. En el juicio no se pudo leer ese cuaderno, porque según los fiscales el mismo cayó a un arroyo y se mojó. Querer condenar a gente a prisión, usando como argumento un cuaderno que no podes mostrar porque se te cayó en un arroyo, es el equivalente judicial de "profe hice mi tarea pero mi perro comió".

Entre otras de las fabulosas pruebas que sirvieron para condenar a estas 11 personas, también figuraron un arma que se comprobó que no estaba en Marina Kué cuando ocurrieron los hechos, sombreros, una caja de cigarrillos, el testimonio de un policía que primero dijo que no pudo ver lo que pasó al inicio del tiroteo y que después dijo que vio todo, por citar tan solo unos pocos ejemplos de entre una larga lista de elementos que no deberían tener valor jurídico.

Las pruebas reales que habrían ayudado a esclarecer el caso, las que se pueden cotejar objetivamente, esas fueron escondidas. No se realizó algo básico: una correcta autopsia de los cuerpos. Por suerte el día de los hechos un helicóptero de la policía sobrevoló la zona y filmó todo, no con una sino con dos cámaras. ¡Listo! ¡Con eso se puede ver qué fue lo que pasó en Curuguaty! No, no se puede, porque la filmación, al igual que la información del cuaderno que nos dicen que se cayó al arroyo, también se perdió.

Aunque bueno, no hay que dejarse desalentar por la curiosa costumbre que tienen las fuerzas del orden de perder pruebas clave, que se llame al piloto del helicóptero y él nos cuente qué fue lo que vio desde arriba. No, tampoco se puede, porque tiempo después al piloto le ordenaron hacer un vuelo en un día en el que según sus propios compañeros, no estaban dadas las condiciones climáticas apropiadas para realizar el vuelo, su helicóptero se estrelló y murió.


Comentario: ¡Impresionante! Realmente es una "serie de eventos desafortunados" que a cualquier persona le generarían, por lo menos, cierto escepticismo. Es simple, NO se debería pode condenar a nadie en base a "pruebas" que desaparecieron misteriosamente y en circunstancias en las que los testigos murieron "accidentalmente" antes de poder testificar.


El mismísimo Jalil Rachid, el fiscal que preparó la acusación durante varios años, admitió que no había forma de probar quién mató a quién. Esto de por sí, en cualquier sistema judicial serio, sería suficiente para retirar los cargos a los acusados, pero en el Paraguay castigado con uno de los peores sistemas de justicia del mundo, después de admitir que no se podía probar que fulano mató a mengano, igual se insistió en condenar a fulano porque mató a mengano. La fórmula que ofreció Rachid para salvar este inconveniente fue ridícula, acusar a los campesinos de tentativa de homicidio, es decir, se los acusó de INTENTAR MATAR (como si fuera que se intentó pero no se pudo matar) a 6 personas que murieron. Así nos convertimos en el único país del planeta que considera homicidios consumados como intento de homicidio.

Como esto no se podía sostener, cuando Rachid deja el caso, los nuevos fiscales que asumen el caso cambian la carátula de la acusación a homicidio doloso, pero lo hacen a los 90 minutos del partido, una aberración jurídica.

Si todo lo anterior no fuese suficiente para dejar expuesto el comportamiento claramente tendecioso y parcialista de la fiscalía, queda otro dato importante que aún no citamos. La fiscalía no quiso investigar la muerte de los campesinos. Si tu trabajo es investigar y esclarecer una masacre en la que murieron 17 personas, y se te ocurre decir "vamos a investigar la muerte de 6 personas nomás", olvidándote de 11 muertos e ignorando fuertes indicios de que algunos de ellos no murieron en la balacera inicial, sino que fueron ejecutados posteriormente, no solamente estás violando la imparcialidad que te corresponde adoptar como agente fiscal, lo estás haciendo sin siquiera disimular que intentas hacer una investigación imparcial y seria.

Por último, antes de cerrar la exposición sobre los motivos que hacen ganar al juicio por la masacre de Curuguaty el título de "joda", vale reflexionar sobre una de las cosas más llamativas de este caso: la pésima elección de funcionarios para llevar el caso adelante.

Curuguaty es con seguridad el caso judicial más emblemático de los últimos años, trata sobre el episodio paraguayo más letal en tiempos de paz desde el incendio del Ykuá Bolaños, que tuvo como consecuencia casi inmediata la inestabilidad política del país y la caída de un Presidente de la República. El caso más importante de la década hasta ahora, y justo se lo dieron a un fiscal sin mucha experiencia, que además de ser tremendamente incompetente, tenía una relación de amistad con la familia Riquelme, que era parte involucrada en el caso.

Ante tan mala selección del fiscal encargado del caso, la esperanza recaía en que al menos elijan un juez con un historial de desempeño impecable, pero qué esperanza más ingenua aquella. Pusieron como Presidente del Tribunal a Ramón Trinidad Zelaya, un tipo que cuando era fiscal en el 2007, fue detenido, acusado de participar en el cobro de una coima de 5.000 dólares. Ese no es el único antecedente escandaloso de Zelaya, también se lo señala por ostentar automóviles lujosos y propiedades cuya adquisición no sería posible tan solo con su salario, por soltar a un estafador que tenía múltiples órdenes de captura, y por haber liberado a narcotraficantes, uno de los cuales era miembro de la banda de Neneco Acosta (autor intelectual del asesinato del periodista Pablo Medina).

¡Qué lujo de juez! Por estos y otros motivos que no citamos para no prolongar demasiado esta lectura, podemos decir que en este caso en el que no estamos seguros de muchas cosas, sí podemos estar seguros de una: este juicio fue una joda.

¿Por qué te afecta a vos?

Un veredicto injusto y fuera de la ley en este caso, no debería preocupar solamente a los condenados y a sus familias. La empatía, esa cualidad distintiva del ser humano que nos permite situarnos en la posición de otros, imaginar sus padecimientos y tratar de remediar la causa que los provoca, porque tan solo imaginarlos provoca dolor emocional en nosotros mismos, debería impulsarnos a que la injusticia del caso despierte nuestra preocupación.

No obstante, si nuestro espíritu no está recibiendo su sana dosis de empatía, también existen otras razones, un poco más egoístas pero también totalmente válidas, para que este asunto nos impacte y ponga en alerta.

Nuestra civilización tuvo que soportar una pesada cuota de caprichos de reyes y dictadores, que durante siglos jugaron con las vidas de nuestros antepasados, para que la sociedad reaccione y se proteja a sí misma de los abusos de las autoridades, creando ciertas reglas. Algunas de estas reglas son:
  • Todos somos iguales ante la ley.
  • Si la autoridad te acusa de algo, le corresponde a la autoridad probar tu culpabilidad, no a vos tu inocencia. Si la autoridad no puede hacer eso, entonces tampoco puede castigarte.
  • Si se te acusa de algo, tenes que tener la oportunidad de defenderte ante un tribunal que te ofrezca un juicio imparcial.
Estas reglas no son poca cosa, marcan la diferencia entre la época en que alguien podía ser encarcelado, desterrado o incluso ejecutado porque el tirano de turno tenía alguna motivación personal para hacerlo, y la actualidad, en la que podemos (o al menos se supone que podemos) poner límites a las autoridades y ser libres de reclamarles cualquier traspaso a esos límites, por más leves o graves que sean. Estas reglas son la única garantía con la que contás para que quienes tienen en sus manos la autoridad política, no te pasen por encima.

Y es aquí donde Curuguaty se vuelve un problema universal y no solo de un puñado de compatriotas, pues nuestra aspiración de contar en nuestro propio país con las ventajas y seguridades propias de una república moderna, es traicionada cuando fiscales y jueces llevan adelante un proceder propio de una republiqueta de cuarta, como sucede con el proceso de Curuguaty.

A María Fany Olmedo, Dolores López y Lucía Agüero, se las acusa y condena como cómplices de homicidio, a pesar de que no atacaron a un solo policía. Así es, hasta la fiscalía que las acusa admite que no dispararon un solo tiro, ellas solo estaban en el lugar y tenían a sus hijos pequeños en brazos cuando el terror se desencadenó. Para el Poder Judicial, ellas son culpables porque al haber estado ahí con sus hijitos, crearon una atmósfera de falsa seguridad para las víctimas.


Comentario: ¡Absurdo!


El precedente que se está asentando es nefasto y peligroso para todos. Para vos, para mí y nuestras familias, esto quiere decir que mañana podemos ir a ver un partido de fútbol a la cancha, y si en las graderías se arma un despelote y en consecuencia alguien muere, cualquiera de nosotros, según la interpretación torcida de la ley que hacen nuestros jueces, podemos ser acusados -y condenados- como cómplices de homicidio solo por haber estado ahí.

El fiscal y el juez se imaginaron que la persona que murió en la cancha habrá pensado antes de ir al partido: "hay mucha gente, así que no ha de ser peligroso, voy a ir mba'e". También forma parte de su ensayo de imaginación, que como la víctima pensó que era seguro porque había mucha gente, y vos al irte ahí contribuiste a que haya mucha gente, entonces definitivamente vos sos también responsable del asesinato y tenes que ir preso por ello.

No hace falta que sea en una cancha, el ejemplo puede trasladarse a cualquier otro escenario. Si participas de una marcha gremial, estudiantil, o cualquier manifestación ciudadana que reclame algo al gobierno, si llega a pasar algo, el culpable no es solo el individuo que cometió la acción, culpables son todos los que estaban en el evento, hasta el turista despistado que se acercó solo para sacar fotos. Si esta malintencionada lógica jurídica se aplicaba en 1999, las miles y miles de personas que estuvieron en la plaza durante el Marzo Paraguayo tendrían que estar presas por haber estado allí y dar con su presencia un "falso aire de seguridad" a los jóvenes que fueron baleados por Walter Gamarra y los francotiradores del Edificio Zodiac.

Tal vez estés pensando que si te mantenes alejado de marchas y manifestaciones -una idea un tanto cobarde y poco conveniente en un país en el que los políticos solo se preocupan por vos cuando te manifestas- vas a zafar del peligro. La esperanza de vida del paraguayo promedio hoy oscila entre los 70 y los 80 años, llegar a vivir tantos años sin que una sola vez tengas que acudir al Poder Judicial... es una apuesta arriesgada.

Y no solo corremos el riesgo de ser futuras víctimas de la mafia judicial y política que carcome a este país por dentro, también vamos a tener que poner plata para compensar el trabajo deficiente de quienes ya están recibiendo nuestra plata para hacer ese trabajo. Es prácticamente seguro que si no se rectifica este rumbo, Paraguay va a ser condenado en estrados internacionales y se le obligará a pagar una jugosa indemnización a quienes hoy están presos por este caso. Insisto, se les va a soltar y se les va a pagar una fortuna con tu plata, sí, tu plata, la que pones a cada rato al pagar tu IVA para contribuir a esa gran vaquita que llamamos Estado paraguayo. Como advertencia de que esto va a pasar, ya contamos con el hecho de que la ONU ya le dio un estirón de orejas a Paraguay por el pésimo manejo del caso Curuguaty, y el antecedente de numerosos casos en los que Paraguay ya tuvo que indemnizar a víctimas de papelones judiciales.

Aquí, estos párrafos ya se están volviendo relativamente largos para tratar un tema que con seguridad seguirá tratándose una y otra vez en los próximos días, pero tenga lector/a, la paciencia para poner su atención a un último dato que es de sumo interés, y esto es el nombramiento de Jalil Rachid como nada más y nada menos que Viceministro de Seguridad Interna.

¿Por qué Cartes [Presidente de Paraguay -NdE], teniendo a su disposición a tantos policías y fiscales veteranos, a expertos en asuntos de seguridad, designó para un puesto tan sensible a la seguridad ciudadana, a un fiscal que además de no contar con mérito alguno en esta área, cuenta sí con un frondoso historial de incompetencia y malas intenciones? Hay dos alarmas que empiezan a sonar con este nombramiento. Una nos avisa que uno de los principales encargados de nuestra cada vez más frágil seguridad pública, es un inútil que no tiene la más pálida idea de lo que significa trabajar en serio, pero que sí tiene una idea bastante clara de lo que tiene que hacer un badulaque para escalar posiciones en un sistema corrupto.

La otra alarma suena aún más fuerte, y nos alerta sobre el estado de bancarrota moral en el que se encuentra nuestro gobierno, que siendo completamente consciente de que un delincuente disfrazado de fiscal convirtió en pelota tatá [juego similar al fútbol con una pelota en llamas - NdE] uno de los juicios más importantes de lo que va de este siglo, premió tan vergozoso y dañino comportamiento, ascendiéndolo a un puesto tan importante, solo porque probablemente ese mismo comportamiento le resultó útil para promover su agenda política.

Si Horacio Cartes, en este momento el político más poderoso e influyente del país, quien tiene poder de decisión sobre nuestras escuelas, nuestros hospitales, nuestra infraestructura, nuestra seguridad y economía, es capaz de alentar la actuación inmoral y destructiva de un funcionario público que adrede hizo esfuerzos para contaminar el sistema de justicia, y si el Presidente de la República alentó semejante conducta solo porque consideró que de alguna manera favorecía a sus propios intereses, ¿qué más estará dispuesto a hacer Horacio Cartes cuando considere que sus intereses particulares no estén en sintonía con los intereses de la república? Temor y vigilancia de nuestra parte con respecto al presidente, se justifican con esta alarma de advertencia.

La masacre de Curuguaty nos deja con sed de justicia, que solo va a ser aplacada si se lleva a cabo una investigación seria e imparcial, si se descubre quiénes dispararon y se determina además quiénes dispararon primero, si se procesa y condena, con pruebas irrefutables en mano, a los verdaderos asesinos, ya sean campesinos, policías o personas de ambos grupos.

Si esto último no se hace, si se insiste en fingir demencia y tratarnos a todos como a tavyrones [tontos en guaraní - NdE] monumentales, queriendo enchufarnos una versión que hace aguas por todas partes, entonces penderá sobre nosotros la amenaza del quiebre del Estado de Derecho, la postración moribunda de nuestros valores republicanos, y para colmo de males, la multa la vamos a pagar nosotros.