Habían colocado globos de colores engalanando el puerto y pancartas con el "Welcome to Palestine", que es tanto una frase de bienvenida como de afirmación. En las cocinas de algunas casas, grupos de mujeres habían amasado ese pan tan ligero como un mantelito de encaje que se unta luego con zatar y aceite de oliva, y habían alisado las hojas de parra con las que preparar los deliciosos rollitos de arroz típicos de toda la región, y los niños y las niñas de las escuelas habían hecho acopio de banderitas que agitarían en el aire dibujando pequeñas olas de bienvenida frente a un mar que les está vedado... Iba a ser una fiesta. Las gentes de Gaza preparaban el recibimiento a las trece mujeres del barco Zeituna con el empecinado entusiasmo de quien conoce el sabor de la desgracia cotidiana y apenas tiene ocasiones para la alegría.
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© GoogleEl barco Zaytuna-Oliva

Las gentes de Gaza, encerradas, bombardeadas, cotidianamente acosadas por uno de los ejércitos más potentes del mundo, necesitan de casi todo: material para reconstruir sus casas, sus sistemas de electricidad y agua potable, sus escuelas y centros de salud destruidos por las bombas. Necesitan poder cultivar su tierra y pescar en su mar sin que, desde una torreta, un tanque o una patrullera de la armada israelí, les disparen. Y necesitan también ocasiones para la alegría, momentos de celebración. Eso era, eso iba a ser, la llegada del pequeño barco que había surcado el Mediterráneo con rumbo a Gaza: un día feliz, una ocasión para la ternura de los abrazos, la fraternidad de las risas, la comunión de la alegría colectiva. Demasiado peligroso para la seguridad de Israel.

La armada israelí tuvo que impedir que el pequeño barco Zeituna, con trece mujeres de distintos países del mundo como única carga, llegase al puerto de Gaza, porque allí las estaban esperando y se iban a fundir en un abrazo con otras mujeres, entre risas y lágrimas que esta vez serían lágrimas de emoción, no de pena. La armada israelí tuvo que impedir que el barco Zeituna llegase a Gaza porque su llegada habría sido una fiesta, un momento de belleza y celebración, un paréntesis en la atroz cotidianidad de la ocupación, la ventana que aunque solo sea por un instante consigue romper la asfixia de vivir encerrados, una rendija en el muro del bloqueo. Demasiado peligroso para la seguridad de Israel. La alegría, la amistad, la solidaridad, la risa, siempre han sido peligrosas para los tiranos.