Pérdidas, decepciones, rechazos, traiciones, desamor... Sabemos que las relaciones, como los huesos, también se rompen. Sin embargo esas fracturas no siempre sanan tan rápido como pensamos; el tiempo por sí solo no nos rehabilita, todo duele y casi nada alivia... De ahí, que la inteligencia emocional para sanar esas heridas sea un buen recurso para cerrar poco a poco esas cicatrices internas.

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Decía Franklin D. Roosevelt que cuando lleguemos al final de una cuerda, solo cabe una opción: hacer un nudo y esperar. Terminar con algo que hasta no hacía mucho nos mantenía amarrados a algo firme y seguro siempre produce angustia.

Sentimos como si todo nuestro ser se precipitara a un vacío sin forma. Sin embargo, lejos de dejarnos a nuestra suerte y descuidarnos, hay que hacer un nudo de seguridad y aguardar. Esa sensación de miedo y desamparo terminará disolviéndose.

La vida es una experiencia impredecible, lo sabemos, un viaje donde sortear picos y mesetas. A veces el trayecto es doloroso, tanto que llegamos a pensar que no podemos soportar tanto revés, tantos giros y altos en el camino. Lo queramos o no estamos obligados a tener un kit básico de supervivencia con el que poder sortear con mayor solvencia todos esos imprevistos.

La inteligencia emocional nos proporciona como siempre valiosos recursos con los que poder transitar mucho mejor por esos eventos vitales tan adversos. Veámoslo a continuación.

Inteligencia emocional para sanar las heridas de nuestras relaciones afectivas

La inteligencia emocional para sanar las heridas procedentes de nuestras relaciones fallidas, rotas o fracturadas por pérdidas inesperadas u otros eventos traumáticos, nos proporcionará dos tipos de herramientas muy concretas. La primera, poder gestionar ese dolor de forma más saludable, creativa y vivificante. La segunda, recuperar (y mejorar) nuestra capacidad sanadora para seguir disfrutando de las relaciones e interacciones positivas.

El dolor emocional que genera muchos de esos eventos antes citados, nos aboca muy a menudo a quedar atrapados en patrones de comportamiento y de pensamiento muy negativos. No solo corremos el riesgo de derivar algún trastorno psicológico (depresión, ansiedad...).

Además, también suele quedar afectado nuestro desarrollo interpersonal: dejamos de confiar en los demás, entramos en ciclos de marcada frustración donde nos resulta muy complicado volver a crear vínculos fuertes y saludables con otras personas.

Así, algo que suele verse con gran frecuencia en la práctica clínica es que muchas de las personas que acuden a terapia lo hacen precisamente por problemas en sus relaciones afectivas. Una buena parte de los pacientes afrontan la sombra casi constante del abandono (es que siempre me dejan, hay algo en mí que termina alejando a las personas que más quiero...), otros sufren por el amor no correspondido y una gran parte se encuentran aún estancados en relaciones dañinas y tóxicas sin saber qué cómo actuar.

Profundicemos por tanto en esas estrategias que pueden ayudarnos a afrontar mejor estas situaciones.

Conectarnos de forma saludable con nuestras emociones

La inteligencia emocional para sanar heridas nos dice que debemos aprender a conectar con nuestros universos internos de forma más saludable. Un hecho recurrente que solemos experimentar cuando hacemos frente a una ruptura, una pérdida o a una situación afectiva compleja, es centrarnos de forma exclusiva en el dolor. En el sufrimiento. En la decepción que nubla, hiere y bloquea.
  • Con este enfoque lo que logramos es agrandar mucho más el agujero de la amargura.
  • Sabemos por tanto que esas emociones negativas están ahí y que tienen un origen muy concreto. Por tanto, una vez identificadas y aceptadas, es momento de canalizarlas y transformarlas para ponerlas a nuestro favor. Nunca en nuestra contra. Es momento de regularlas, de impedir que nos bloqueen, hay que darles dinamismo para que sean ellas las que nos permitan reaccionar.
  • Si siento rabia es momento de canalizarla. Si experimento tristeza la desahogaré para ir aliviando su peso día a día hasta que duela menos y me permita reponerme. Si lo que experimento es miedo (por una relación dañina) debo pedir ayuda y apoyo para afrontar esa fuente de angustia y sentirme a salvo.
Empatía con uno mismo y seguridad personal

La inteligencia emocional para sanar heridas suele poner un énfasis especial en una parte muy especial de la empatía. No obstante, nos referimos a esa capacidad de conectar con nosotros mismos. De ver las propias heridas de un modo más compasivo, minucioso y enfocado ante todo a una solución, a una sanación.
  • Tras una ruptura o cualquier otro evento doloroso o traumático, hay que recuperar la seguridad personal. Así, la determinación firme, abierta y consciente de reparar cada rincón herido, cada pieza fragmentada a través del perdón y el afecto por nosotros mismos, es clave para avanzar cada día un poco más.
  • Si nos centramos en exclusiva en el propio sufrimiento nos limitaremos a caminar en círculos. El dolor al final terminará poco a poco separándose de nosotros mismos para tomar todo el control, para llenar cada espacio, cada fibra y recoveco de nuestra realidad. Y eso, eso es algo que debemos evitar. Empaticemos con nosotros mismos y establezcamos un plan de acción.
La curación emocional como combustible del crecimiento personal

Las personas hacemos bien cuando nos centramos sentimientos y sensaciones a medida que estas aparecen. Debe ser algo fluido, algo que despierte esa inteligencia curativa innata que reside en el cuerpo y la mente. Es un proceso semejante a la digestión, ahí donde conseguir que cada experiencia pueda servirnos de combustible para el crecimiento personal.

Si permitimos que la rabia, la decepción o la desesperación se queden estancadas, enfermaremos. Nuestra misión será darle salida a los efectos de un abandono, un amor no correspondido o la angustia de estar en una relación infeliz. Deben procesarse de forma saludable para habilitarnos, concediéndonos la posibilidad de crecer en madurez y responsabilidad.

Para concluir, tal y como podemos ver la inteligencia emocional para curar heridas es un recurso necesario para manejar mejor las situaciones difíciles. Es un modo de domesticar nuestros miedos para recordar las valías y esa necesidad imperiosa por sobreponernos, por permitirnos salir adelante con mayor aplomo.

Cabe decir que no es un proceso sencillo, no es algo que podamos conseguir en dos días o un mes. Aplicar con efectividad estas estrategias implica a menudo hacer un cambio de conciencia, generar un cambio revulsivo que llegará sin duda a cualquier ámbito de nuestra vida. Porque cuando uno entiende y pone las emociones a su favor, todo cambia.