Día de la Constitución. Obviamente para La Tribuna de España, un periódico disidente y enfrentado al caduco y putrefacto Régimen del 78, no hay nada que celebrar.
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Es más, en la perversa utilización del lenguaje que hace "la prensa del sistema" se ha acuñado el término constitucionalista para hablar de "los buenos", frente a "los malos" que son todos los demás (un mismo saco en el que lo mismo meten a los independentistas catalanes que a lo que el Régimen del 78 se ha empeñado en llamar extrema derecha).

Fíjense hasta qué punto llega la manipulación maligna del lenguaje que ayer mismo, la ministro de Justicia (una ministro de Justicia indecente, prevaricadora y encubridora de pederastas) decía que constitucionalistas eran todos los que habían apoyado la moción de censura de Pedro Sánchez y, preguntada por compañeros si también se refería a Bildu, la indecente Dolores Delgado decía que sí). Ergo, los de Bildu, partido compuesto por asesinos y defensores de la banda criminal que más muertos ha dejado por atentado en el mundo ¡superando a El Líbano!, merece al gobierno de Pedro Sánchez un respeto por esa etiqueta de constitucionalista que se le niega a VOX, a quienes despectivamente se denomina ultra derecha y se propone un frente común de todos los "constitucionalistas" para aislarlos.

Comprenderán que a estas alturas no tengo que demostrar lo poco próximo que me siento al partido de Abascal. Pocos o ningún periodista (desde el ámbito patriótico -recalco lo de periodistas desde el ámbito patriótico porque los ataques de los periodistas de izquierda son sobradamente conocidos) se habrá enfrentado a VOX como quien suscribe este artículo, denunciando todas sus irregularidades e intentando demostrar lo que yo entiendo por su falso patriotismo. Pero ¡coño!, han sacado 400.000 votos en Andalucía y no seré yo quien les diga a esos 400.000 andaluces que son de extrema derecha, que son los malos de la película y encima tenga -como la indeseable Dolores Delgado- la poca vergüenza y el poco respeto por las víctimas del terrorismo de sostener que Bildu pertenece al bando de "los buenos".

Hoy no es un día de celebración -al menos desde el periodismo disidente que representa La Tribuna de España- porque el texto, aprobado hoy hace 40 años, es el que ha hecho posible llegar hasta la actual situación de insumisión de la región catalana con el gobierno de España.

Una Constitución del 78 que consagra derechos pero no habla de ninguna obligación por el hecho de ser españoles.

Una Constitución española que impone un Jefe del Estado, que se va pasando de padre a hijos por derecho hereditario y que convierte en inviolable la figura del Rey. Así las cosas, Juan Carlos I "El Campechano" ha podido hacer una fortuna en Suiza cobrando comisiones de cada obra que se hacía fuera y dentro de España, y la justicia no puede siquiera investigarle. Como tampoco puede investigarle por la extraña muerte de una de sus muchísimas amantes, una joven embarazada que parecese ser que oportunamente "se cayó desde un balcón"; o por haber pasado a sus prostitutas ¡que pagábamos todos los españoles! información confidencial para la Seguridad del Estado.

Una Constitución que consagra el Estado de las Autonomías que ha llevado a una situación límite la unidad territorial de España.

Una Constitución que se hizo con aquel "café para todos" cediendo competencias fundamentales para una nación (como la educación o la policía) a las propias regiones, creando regiones de primera (las que los constituyentes se inventaron como "nacionalidades" históricas) y regiones de segunda.

Una Constitución que, lejos de consagrar la separación de poderes, ha hecho del poder judicial una pizza a trozos a repartir entre los diferentes partidos políticos, que ha posibilitado tener una mafia judicial como no ese conoce en ningún otro país democrático.

Una Constitución partitocrática que exclusivamente admite la participación política a través de partidos y que crean una ley electoral absolutaente injusta que impide que las minorías tengan representación institucional.

Una Constitución donde el voto de unos ciudadanos vale más que el voto de otros, de tal modo que partidos que sacan más de un millon de votos en toda España puedan quedar fuera del parlamento, mientras que partidos nacionalistas, con poco más de 200.000, votos puedan obtener 5 ó 6 diputados y hasta disponer de Grupo Parlamentario propio.

Una Constitución cuya soberanía económica ha quedado absolutamente quebrada tras la reforma que el PSOE y el PP hicieron sin consultar al pueblo español.

Una Constitución que no se debe reformar, sino que hay eliminarla por completo para abrir un nuevo periodo constituyente donde se elabore un marco jurídico y de convivencia, capaz de afrontar el presente y el futuro de la nación española y de los españoles, sobre todo, de los españoles más necesitados.

Por eso hoy, Día de la Constitución, para La Tribuna de España no hay nada que celebrar.