Las elecciones europeas son una especie de referéndum sobre el mandato del presidente francés, Emmanuel Macron, quien maniobra en la recta final de la campaña para evitar la derrota que los sondeos le auguran frente al partido de Marine Le Pen.
Emanuel Macron
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Tradicionalmente, en Francia el jefe del Estado no entra directamente en la pelea electoral en el caso de elecciones al Parlamento Europeo. Emmanuel Macron no ha respetado esta norma. El 26 de mayo se enfrenta a las urnas por primera vez desde que se hiciera con la Presidencia hace ahora dos años. Y los comicios, por encima de la pugna por obtener escaños en el hemiciclo de Estrasburgo, se ha convertido en un plebiscito sobre la política el presidente francés.

Macron se ha visto obligado a intervenir en la campaña acuciado por unas encuestas que le dan como derrotado ante su única rival desde hace años, la jefa del partido Reagrupación Nacional (RN), Marine Le Pen. Ni Le Pen ni Macron son cabezas de cartel en estas elecciones, pero nadie interpretará los resultados de forma diferente al duelo que les enfrenta desde las presidenciales de 2017.

El presidente francés no es tampoco el jefe del partido que le representa, La República En Marcha (LReM), aliado en estos comicios a otros partidos, como el centrista MoDem, de François Bayrou y otras pequeñas formaciones de centroizquierda y centroderecha.

Macron justifica su entrada en la lucha preelectoral aduciendo que no puede limitarse a actuar como espectador y, por tanto, sentirse actor "para evitar la dislocación de Europa". Así lo explicó en una entrevista a diarios regionales, agotando una de sus últimas cartas ante la votación.

Emmanuel Macron se juega bastante más que la victoria en el escrutinio europeo. Si el partido Reagrupación Nacional de Le Pen se hace con el triunfo, la segunda parte del mandato podría convertirse en una pesadilla para el presidente dentro de su país y resonaría como un fracaso también en el exterior; sus ambiciones de liderazgo europeo quedarían mermadas gravemente.

Macron aprovechó la "cumbre" europea de Sibiu, celebrada el pasado 9 de mayo, para desprenderse de la pretendida neutralidad de presidente y convertirse en animador número uno de sus tropas. "La alternativa está clara", dijo en Rumanía, "hay que elegir entre los que quieren construir Europa juntos y los que quieren destruirla y volver al nacionalismo". Y para dejar claro que no se refería a ningún líder extranjero, recalcó: "Pondré toda mi energía para evitar que Reagrupación Nacional gane las elecciones del 26 de mayo".

Si macron pierde, "debe dimitir"

Señalar al enemigo habitual, Marine Le Pen, es repetir la final de las presidenciales para motivar a los votantes menos excitados por unas elecciones europeas. Una especie de tercera vuelta. Ya no se trataría de ganar votos a derecha o a izquierda, sino de centrar la batalla en el interior del Hexágono, aunque Europa quede en segundo plano. El fantasma de una abstención masiva asusta al Elíseo.

Para Marine Le Pen, la declaración del presidente implica que la elección se convierte claramente en un referéndum y si Macron lo pierde -enfatizó- "debería dimitir si tiene el mismo sentido del honor que Charles De Gaulle", que abandonó el poder tras una consulta perdida en las urnas en 1969 que, proponiendo una descentralización del Estado, se convirtió en un voto contra el general. Para el joven cabeza de lista de RN, Jordan Bardella, que Macron defina las elecciones europeas como un duelo entre él y el partido de Le Pen es positivo: "Nos favorece y nos refuerza; va a atraernos a los votantes del "todo menos Macron".

El resto de la oposición ya había criticado bastante antes la intención del presidente por convertir la pelea electoral en un lance restringido a Le Pen. Tendrán difícil evitarlo. 'Los Republicanos' se darían por satisfechos si llegan al 15%, de la mano de su nueva cara europea, el joven filósofo neoconservador, François-Xavier Bellamy. 'La Francia Insumisa', sufre las consecuencias de sus múltiples disensiones internas y de la pérdida de apoyo popular de su caudillo, Jean-Luc Melenchon. Su cabeza de lista es una joven militante asociativa, Manon Aubry, a la que los sondeos le otorgan apenas un 10%. Más triste es la situación del Partido Socialista, que ha preferido mezclar sus siglas en la plataforma "Plaza Pública", dirigida por otro filósofo, Raphael Glucksman. Las intenciones de voto apenas llegan al 5%, el límite para obtener eurodiputados.

Macron ha optado por renacionalizar la campaña europea, pero su pretensión por abanderar a los "progresistas" europeos en su lucha contra "la lepra nacionalista" no le ha aportado tampoco mucha adhesión interna ni tampoco apoyos exteriores.

El presidente francés ha utilizado electoralmente el paralelismo en su lucha interna contra el "populismo" francés y el continental. Atacar a Matteo Salvini o a Víktor Orban era atacar a Marine Le Pen y viceversa. Una argucia electoral que en su propio país y en unas elecciones como las europeas no es una garantía de éxito.


Comentario: Es casi como atarse una soga al cuello. Macron abiertamente hace campaña por las políticas que engendraron el movimiento de los Chalecos Amarillos. Esta redoblando sobre su posición, la cual puede costarle muy caro en casa.


Por su parte, Marine Le Pen no ha perdido oportunidad para participar en mítines transeuropeos, con las cabezas más visibles del nacionalpopulismo continental, con las que ha celebrado lo que, según ella, es ya un éxito común, la aceptación de que el proteccionismo es un concepto compartido en toda Europa.

"Síndrome de niño rey"

Y si fuera de su país, su discurso no mencionaba expresamente a Macron, sus ataques al presidente se han ido multiplicando a medida que se acercaba la cita con las urnas. Le Pen considera que Macron sufre "el síndrome de niño rey, una intolerancia a la frustración y un deseo de no respetar ningún límite ni regla". Por eso, la entrada en campaña del jefe del Estado como un simple jefe de partido político es, según Le Pen, "un comportamiento antirepublicano que viola la Constitución".

Macron, en todo caso, ha decidido mojar la camiseta de presidente en la lucha electoralista, porque sabe que su trayectoria como regidor del país ha sufrido en los últimos meses. En una cesión a la realidad, el presidente ha reiterado la necesidad de reformar el espacio Schengen y endurecer las políticas de acogida de inmigrantes en Europa.

Tras un inicio de mandato convertido en paseo militar y después de iniciar las reformas nunca cumplidas por sus antecesores, el aura de Macron empezó a diluirse con el "caso Benalla", el guardaespaldas que se creía por encima de la ley. La débil y confusa respuesta oficial al escándalo demostró que el presidente era atacable. La coraza que le otorgaba su victoria electoral, y el rodillo parlamentario consecuente, empezó a ceder. Sus ministros más populares prefirieron abandonar la aventura. La aparición de los chalecos amarillos le asestó la estocada de la que intenta reponerse y con la que llega muy herido a las urnas europeas.

La presión amarilla no se ha apagado. Macron se ha visto obligado a revisar sus cuentas y emplear más de 15.000 millones de euros para calmar un nuevo tipo de protesta que, desde su aparición en noviembre, ha degenerado en violencia física y radicalidad reivindicativa. La oposición política se despertó con el olor a sangre y quiere empezar a matar políticamente al presidente el 26 de mayo.