Tras meses de protestas, el Presidente del país africano fue secuestrado y obligado a renunciar, en medio de críticas de organismos internacionales.
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"Mali atraviesa una crisis de seguridad y sociopolítica. Ya no tenemos derecho a equivocarnos", dijo este miércoles el coronel Assimi Goita, el máximo responsable de las fuerzas especiales en Mali, que luego del golpe de estado llevado a cabo el martes se convirtió en el Presidente de facto del país africano.

Tras una violenta jornada que empezó con una confusa rebelión militar que derivó en un golpe de Estado apoyado por miles de personas en las calles, Bamako amaneció tranquila, pese a la fuerte presencia militar en puntos estratégicos de la capital.

"Nuestro país se hunde cada día en el caos, la anarquía y la inseguridad por culpa de los hombres encargados de su destino", dijo el coronel Ismael Wagué, vocero del autodenominado Comité Nacional para la Salvación del Pueblo, a través de una declaración televisada.

El motín fue dirigido por el coronel Malick Diaw, subdirector del campamento de Kati, y el general Sadio Camara. Luego de tomar el campamento, a unos 15 kilómetros de la capital, Bamako, los soldados marcharon hacia la capital, donde fueron recibidos entre aplausos por multitudes que se habían reunido para exigir la renuncia de Keita.

Durante la tarde, irrumpieron en su residencia y arrestaron al mandatario y su primer ministro.

Tanto Ibrahim Boubacar Keita, como su primer ministro, Boubou Cissé, permanecían en manos de los militares, al igual que el hijo del mandatario, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, altos cargos del Ejército, el presidente del Parlamento y los ministros de Defensa, Finanzas y Justicia, cuyo paradero se desconocía.

La jornada estuvo marcada por tres imágenes. La primera fue la irrupción de los soldados procedentes de la base militar de Kati, en el centro de Bamako, entre aplausos y celebraciones que reflejaban el sentir de la ciudadanía.

La segunda fue la de un grupo de jóvenes bañándose en la piscina de la saqueada casa de Karim Keita, hijo del exmandatario, a quien se podía ver en fiestas privadas en yates de lujo hace unos meses, mientras el país vivía duras manifestaciones antigubernamentales.

La última escena de la jornada fue protagonizada por su padre, quien tras ser secuestrado de su residencia, pidió perdón y anunció su renuncia a través de un mensaje televisado durante la madrugada.

Amenaza yihadista

El campamento de Kati ya había sido foco de un motín en 2012, organizado por soldados que estaban molestos por la incapacidad de sus superiores de impedir a yihadistas y rebeldes tomar el control del norte del país.

Keita ganó un segundo mandato en las elecciones de 2018, pero existía una molestia generalizada debido a la corrupción, la mala gestión de la economía y el aumento de la inseguridad, debido a las acciones de los yihadistas y también de las diversas esferas de poder. Esto llevó a que en los últimos meses grandes multitudes salieran a las calles a exigir la renuncia del mandatario.

Según Europa Press, el golpe se suma a "la grave inseguridad ocasionada por las acciones de los grupos yihadistas, con las filiales de Al Qaeda y Estado Islámico a la cabeza, pero también a la creciente violencia de carácter intercomunitario.

Tanto Francia, como la Unión Europea y el Consejo de Seguridad de la ONU, exigieron la liberación inmediata de las autoridades detenidas.

La Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), por su parte, anunció la suspensión de Mali del organismo. Además de cerrar sus fronteras aéreas y terrestres con el país, la Cedeao pidió la adopción "inmediata de sanciones contra los golpistas".

Los golpistas, por su parte, prometieron organizar una "transición política civil" y elecciones generales en un "plazo razonable".

Mali, excolonia francesa, es un territorio clave para las tropas del país europeo que luchan contra los insurgentes islamistas en la región del Sahel, en el norte africano.