Algo se está moviendo en Venezuela. El excandidato de oposición Henrique Capriles ha emitido un comunicado, en el que cuestiona la 'ruta unitaria' de Juan Guaidó y su estrategia de abstención. Capriles ha hecho un llamado por "poner los pies en la tierra" y considerar la posibilidad de ir a las elecciones parlamentarias que se realizarán este año.
Venezuela army
© AP Photo / Ariana Cubillos
Por otro lado, los medios de difusión que habían estado hasta ahora alineados a Guaidó ahora parecen no estar tan a favor. Como el colombiano NTN24, que en su cuenta Twitter publicó una cita a un analista político: "la figura de Juan Guaidó para mí es una tragedia (...) debería ganar la confianza del país en cuanto a la rendición de cuentas", plantea además la necesidad de reconstruir los partidos políticos de oposición e ir a un "nuevo liderazgo".

No es precisamente el escenario ideal que Estados Unidos espera de una oposición a la cual le ha invertido tanto dinero. Sin embargo, lo que podría considerarse un factor negativo para detener una aventura militar por parte de la Casa Blanca, más bien podría servir para acelerarla.

El apresto operacional que está en estos momentos intensificándose en el norte de Santander y el departamento de la Guajira colombiana, y que viene preparándose desde hace al menos dos años a través de los ejercicios multinacionales como el Unitas, parecen presagiar que Estados Unidos ya no confía en que Guaidó sirva para manejar la transición que tanto desean.

Aparte del ámbito militar, la intención de la Administración Trump de endurecer las sanciones contra el intercambio de combustibles entre Venezuela y otras naciones o empresas transnacionales, según reseña un artículo de Bloomberg, apuntan al diésel.

Esta medida, de cálculo cruel ejecutada por Estados Unidos y solicitada por los políticos de oposición en Venezuela, traería consecuencias brutales tanto sobre la economía como para la vida diaria de la población. En primera instancia porque afectaría a los transportes de carga que surten con víveres a las principales ciudades del país; en segundo lugar, golpearía gran parte del sistema de transporte público.

Puede que el Pentágono esté de este modo dándole bríos al mejor de sus candidatos electorales: la tensión social. Así como en el año 2015, el descontento popular provocado por la escasez de alimentos le otorgó a la oposición venezolana una holgada victoria en las elecciones parlamentarias, esta vez aspiran repetir la fórmula.

La decisión de Capriles de ir a elecciones y de Estados Unidos de preparar sus fuerzas mercenarias en la frontera, hablan de que querrían avanzar en sus planes de transición en Venezuela, utilizando las elecciones parlamentarias como excusa para cualquier escenario. Si llegase a ganar la oposición, la utilizarían como un plebiscito para presionar a Nicolás Maduro para que abandone el poder. En el caso de perderlas, presionarían de la misma forma alegando fraude electoral y forzando un escenario de desestabilización como el que acontece en Bielorrusia en estos momentos.

La necesidad de una pequeña gran victoria antes de octubre

Oswaldo Espinoza, experto en geopolítica, en diálogo para Sputnik coincide que Estados Unidos se encuentra en estos momentos asediado tanto por la crisis sanitaria, como por la pérdida de su hegemonía frente a China. Y eso puede hacerlo precipitar una acción contra Venezuela con el fin de influir sobre la elección presidencial de octubre, en favor de la reelección de Donald Trump.
"La tensión de la guerra comercial extrema con China y las demostraciones de poder militar entre ambas potencias en el disputado mar del sur del gigante asiático, así como la reacción rusa al acuciante presión del bucle de la anaconda de la OTAN en sus fronteras o la decidida respuesta de Irán a la política de presión máxima y el frustrado intento de renovar el embargo de armas contra la república islámica constituyen elementos que inciden en el escenario de la intervención en Venezuela", señala Espinoza.
El experto sugiere que ante las derrotas comerciales y diplomáticas en el terreno geopolítico, Estados Unidos "podría optar por el eslabón más débil de la cadena para buscar su pequeña guerra victoriosa".

Sin embargo, emprender una acción cómo esta no resulta una tarea sencilla. Para el analista, no está planteado un escenario de intervención directa, sino a través de otros países con lo cual Estados Unidos podría desprenderse de su responsabilidad, en el caso de que sobreviniera una derrota en territorio suramericano.
"Tanto Colombia, como Guyana y Brasil conocen el potencial defensivo de Venezuela (con la mejor zona de negación de acceso de área A2AD de la región) por lo que únicamente darían ese paso con la aprobación y la garantía del respaldo extraoficial de Estados Unidos como potencia proveedora de recursos, armas y personal en la figura de mercenarios ahora rebautizados como contratistas", apunta Espinoza.
El experto en geopolítica afirma que lo más probable es que el asedio comience en forma conjunta en todas las fronteras arguyendo viejos diferendos territoriales e incluso razones humanitarias. Ayudarán a insurgentes locales y desertores a crear zonas liberadas en las fronteras, de la mano de insurrecciones urbanas en las principales capitales con el objetivo de provocar el colapso institucional del gobierno y las fuerzas armadas, recalca.

A juicio del analista, el comportamiento de los aliados de Venezuela, en el caso de un escenario bélico, tendría que evaluarse en el marco de tres variables: "nivel de compromiso, capacidad de respuesta y de proyección de poder, y finalmente distancia geográfica".

Según Espinoza, los aliados que pueden cumplir dichos criterios y que se encuentran más cercanos son Cuba y Nicaragua "no obstante, su capacidad militar resulta bastante más limitada, por lo que es seguro que ante una intervención armada ambos aliados se pronunciaran con firmeza en el terreno diplomático sin poder hacer mucho más".

En este caso, hay que evaluar el papel de Rusia y China que son rivales estratégicos de Estados Unidos y que han demostrado, al menos en el caso de la guerra de Siria que ya no están dispuestos a seguir tolerando desmanes del Pentágono, solo por apropiarse de los recursos energéticos de los países en vías de desarrollo.
"El problema aquí son las enormes distancias que nos separan de estos aliados, simplemente estamos muy lejos de las zonas de influencia inmediata de todos ellos. No somos Siria a la que Moscú pudo acudir con rapidez y mantener los canales necesarios para garantizar la presencia armada en contra de los insurgentes y como disuasión contra potencias rivales", señala el analista.
Por otra parte, el componente más importante de proyección de poder es la naval y la Armada rusa apenas comienza su proceso de reconstrucción después del colapso de la URSS, afirma Espinoza. "Solo el ala submarina conserva buena parte de su fuerza global pero dada su naturaleza no es la más indicada para las tareas de proyección de fuerza. China tiene una armada cada vez más moderna y numerosa pero, tampoco está en capacidad de proyectar poder más allá del pacifico y el índico, de Irán baste decir que apenas cuenta con capacidad defensiva en el golfo Pérsico y el mar Arábigo".

Por último, Espinoza opina que Venezuela además de un poderoso sistema de disuasión, tiene una gran oportunidad de desarticular la amenaza, a través de la gestión correcta de su situación interna, la cual puede incluso ser mucho más decisiva a la hora de que Estados Unidos decida o no, emprender una agresión contra el país:

"Ciertamente, la mayoría de los venezolanos es consciente del papel de las sanciones en la crisis, pero aun así el Gobierno debe resolver o al menos paliar como sea posible, los problemas más graves y apremiantes de la población, como el suministro de gas doméstico, combustible y alimentos; más urgente todavía es el proceso de dignificación del salario de la clase trabajadora. La estrategia de defensa integral y guerra de todo el pueblo implica no solo el nivel de compromiso y patriotismo, ampliamente demostrado por los venezolanos, sino que también incluye la calidad de vida digna de la población, su bienestar y felicidad. Obviamente siempre en la medida de las posibilidades, pues el pueblo entiende las limitaciones que impone la crisis multidimensional nacional y mundial, pero también necesita sentir que desde el liderazgo se hace lo imposible para corresponder a su lealtad y compromiso", concluye Espinoza.