Traducido por el equipo de Sott.net en español
Chained Elephant
© Corbett Report
Imagina que encuentras a un preso en una celda sin cerrar. Confundido, le preguntas por qué está sentado allí si la puerta de su celda ni siquiera está cerrada.

"Oh, ¿la puerta está abierta? No lo he comprobado".

Le aseguras que no está cerrado y le vuelves a preguntar por qué no se va.

"¿Por qué molestarse? Probablemente me atraparán antes de que salga".

Miras a tu alrededor confundido. Le explicas que esto ni siquiera es una prisión. Que simplemente le han dicho que se ponga un mameluco naranja y se quede en una habitación sin cerrar, pero, él no tiene que cumplirlo. Lo único que tiene que hacer es irse.

"Incluso si me escapo, me encontrarán y me traerán de vuelta aquí. Será mejor que me quede aquí".

¿Crees que esta historia es ridícula? Por supuesto que lo es. Pero la situación que detalla es muy cierta. De hecho, los investigadores conocen desde hace medio siglo el mecanismo por el cual se puede hacer que las personas se encierren efectivamente dentro de su propia prisión mental... y las agencias de inteligencia no tardaron en poner en práctica esa investigación.

Hoy vamos a explorar la sorprendente historia real de cómo se ha condicionado al público a una (falsa) sensación de impotencia y, lo que es más importante, qué puedes hacer tú para romper ese condicionamiento.


IMPOTENCIA APRENDIDA


Learned Helplessness
© Corbett Report
Si la historia del preso que no se escapa de su celda sin cerradura suena extravagante, considere la historia de El elefante y la cuerda. Una historia aún más corta:

En la India, los cuidadores de elefantes suelen entrenar a las crías para que sean sumisas encadenándolas a un poste. Lucharán con toda su voluntad para liberarse. Día tras día lo intentan, pero al final se rinden. Cuando las crías de elefante se hacen adultas ya no necesitan cadenas para estar atadas; basta con una cuerda fina.

Ahora, si eso suena como algo cruel para hacer a un elefante, tienes razón. Pero también es eficaz. Los enormes y poderosos elefantes adultos pueden ser mantenidos en su sitio con una cuerda endeble simplemente porque han sido condicionados desde su nacimiento a creer que no pueden liberarse de su atadura.

Pero como muchas cosas que son obvias para quienes trabajan con el mundo natural, esta idea tuvo que ser "redescubierta" en el laboratorio por algunos estudiantes de postgrado en psicología. En este caso, Martin Seligman, psicólogo de la Universidad de Pensilvania, llevó a cabo una serie de experimentos a finales de la década de 1960 que esencialmente reproducían este fenómeno del elefante y la cuerda.

Con el título de "Learned Helplessness," su artículo de 1972 en el que se describía esta investigación mostraba cómo Seligman y su equipo habían sometido a dos grupos de perros a dolorosas descargas eléctricas.

El primer grupo de perros - se colocó en una "caja lanzadera" (se utilizan para estudiar el aprendizaje de evitación, consiste en una caja separada en dos partes en la que los animales pueden pasar fácilmente de un lado a otro), donde podían escapar de las descargas eléctricas saltando una pequeña barrera. Estos perros pronto aprendieron que cruzar la barrera les protegía de las descargas y (como era de esperar) cruzaban la barrera cada vez más rápido cada vez que se realizaba el experimento hasta que podían escapar por completo de las descargas.

El segundo grupo de perros fue colocado en lo que Seligman describió como una "hamaca pavloviana" (consiste en una red cerrada en la cual los animales reciben choques eléctricos cada cierto tiempo, y de la que ellos no pueden escapar, así que tienen que soportar las descargas eléctricas cada vez que estas se producen). Este grupo de perros reaccionó de forma completamente diferente al grupo de control cuando se les colocó en la caja de transporte. Dos tercios de este grupo ni siquiera intentaron escapar de las descargas y, por tanto, nunca descubrieron que podían evitarlas por completo cruzando la barrera. Simplemente se tumbaron, gimiendo, hasta que cesaron las descargas.

La lección de este experimento es aparentemente simple: "Según nuestra hipótesis, el perro no intenta escapar porque espera que ninguna respuesta determinante producirá la finalización del choque". En otras palabras, si se quiere inducir una completa indefensión en un perro, hay que condicionarlo para que crea que nada de lo que haga cambiará las cosas.

Pero, como señalé en mi vídeo sobre Mouse Utopia and the Blackest Pill, los experimentos con animales nunca son realmente sobre animales. Estos son acerca de los humanos. En este caso, además, el objetivo no era aprender a inducir la indefensión en los perros, sino aprender cómo se induce ese estado de indefensión (también conocido como depresión) en los humanos.

Entonces, ¿cuánto tiempo crees que tardó la CIA en empezar a convertir en armas las investigaciones de Seligman para utilizarlas contra sus enemigos? Si tu respuesta fue "tres décadas", ¡ganas un premio!

Sí, para cuando llegó la guerra (a causa de) del terror apareció, los Criminales en Acción estaban utilizando los experimentos de Seligman como una guía de cómo hacerlo en su programa de tortura ilegal.


LLEGA LA CIA

CIA Torture
© Corbett Report
Un viejo cuento popular afirma que se puede conjurar la aparición de Mary Bloodsworth (también conocida como "Bloody Mary") cantando su nombre frente a un espejo en una habitación iluminada con velas. Pero si quieres invocar a un verdadero demonio, es mucho más sencillo que eso. Todo lo que tienes que hacer es documentar un fenómeno psicológico que pueda ser convertido en un arma contra la población y, antes de que te des cuenta, tendrás a la CIA en la puerta de tu casa, libreta en mano. Solo pregúntale a Martin Seligman.

Hace tiempo que dejó de centrarse en la tortura de animales en nombre de la comprensión de la depresión humana, y en 2001 Seligman fue pionero en una nueva rama de la psicología cognitiva llamada psicología positiva que busca ayudar a las personas a superar su indefensión aprendida (de la que hablaremos más adelante). Como parte de ese trabajo, Seligman dio una conferencia en la San Diego Naval Base en mayo de 2002 sobre cómo su investigación podría ayudar al personal estadounidense -en sus propias palabras- a "resistir la tortura y evitar el éxito de los interrogatorios de sus captores".

Entre el centenar de personas que asistieron a esa conferencia había un admirador especialmente entusiasta del trabajo de Selgiman: El Dr. Jim Mitchell, un militar retirado y psicólogo que había contratado servicios de formación para la CIA. Aunque Seligman no tenía idea de ello en ese momento, Mitchell fue -como sabemos ahora- uno de los arquitectos clave del programa ilegal de tortura de la CIA.

Naturalmente, el interés de Mitchell en la charla de Seligman no era cómo podría aplicarse para ayudar al personal estadounidense a superar la indefensión aprendida y resistir la tortura, sino cómo podría utilizarse para inducir la indefensión aprendida en un objetivo de la CIA y mejorar la tortura. Como describió el New York Times en un informe sobre el tema en 2009:
El Dr. Mitchell, según sus colegas, creía que producir una indefensión aprendida en un sujeto de interrogatorio de Al Qaeda podría garantizar que accediera a las exigencias de su captor. Muchos interrogadores experimentados no estaban de acuerdo, afirmando que un prisionero tan desmoralizado diría todo lo que creyera que el interrogador esperaba.
Como era de esperar, Mitchell se salió con la suya y, también como era de esperar, las personas sometidas a estas técnicas empezaron a decir todo lo que sus interrogadores esperaban, exactamente como se preveía. Mitchell y su colega, el Dr. Bruce Jessen, ayudaron a dirigir el "interrogatorio" de 2002 de Abu Zubaydah -que fue sometido a una waterboarded (método de tortura en el que se vierte agua en la nariz y la boca en una plataforma inclinada) 83 veces en un solo mes- y del supuesto "cerebro" del 11-S, Khalid Sheikh Mohammed, que "confesó" el complot del 11-S tras ser sometido a una waterboarded 183 veces y privado de sueño durante más de seis días. El propio Mitchell llegó a amenazar personalmente con cortar el cuello al hijo de KSM durante un interrogatorio.

Estas técnicas fueron tan efectivas que, no sólo produjeron el testimonio que constituyó la columna vertebral del Informe de la Comisión del 11-S (y por lo tanto, hasta el día de hoy constituye la columna vertebral de la historia oficial del 11-S), sino que también hicieron que KSM confesara haber atentado contra un banco que ¡ni siquiera se había creado hasta después de su detención! ¡Hablando de resultados!

De una manera enfermiza, los experimentos de la CIA para inducir la indefensión aprendida demostraron que Seligman había descubierto una visión válida de un fenómeno psicológico real. Ciertamente es posible crear las condiciones para quebrar la voluntad de alguien y hacer que confiese lo que sus torturadores quieran. Pero este no es el objetivo de la investigación sobre la indefensión aprendida y es importante señalar que Seligman, por su parte, nunca fue consciente de que su investigación estaba siendo utilizada por la CIA hasta después de que se hiciera público el informe del Senado sobre el programa de tortura y que denunció completamente la perversión de su investigación cuando fue expuesta.

ROMPIENDO EL CONDICIONAMIENTO

Break Free
© Corbett Report
Desde unos experimentos de laboratorio en los años 60 hasta un programa ilegal de tortura de la CIA cuatro décadas después, la historia de la investigación sobre la indefensión aprendida es bastante increíble. Pero (afortunadamente para nosotros) la historia no termina ahí.

En una de las versiones del experimento de Seligman, a un grupo de perros se les dio unas palancas para que las empujaran y así evitar que se produjeran las descargas, mientras que a otro grupo se le dieron unas palancas que no hacían nada. Como era de esperar, cuando se retiraron las palancas, los perros cuyas palancas habían funcionado en la primera ronda del experimento intentaron escapar de las descargas y acabaron descubriendo que podían saltar la barrera para librarse de ellas; los perros cuyas palancas no habían funcionado se enroscaron casi uniformemente y aceptaron las descargas sin ni siquiera intentar escapar.

Los aspirantes a ingenieros sociales ya lo saben. Precisamente por eso se nos pide que nos fijemos en el interminable (s) circo de las elecciones. Como he señalado una y otra vez, no sólo es todo el concepto de "elegir" "representantes" para imponer su voluntad a toda la población de una ubicación geográfica arbitraria fundamentalmente inmoral, sino que también es una forma segura de inducir la impotencia aprendida en la población.

Como ya lo sabes ahora, el juego de ajedrez político en 2D que se utiliza para distraer al público no hace absolutamente nada para cambiar la agenda política real que establecen los maestros del ajedrez en 3D. Y al igual que todos los niños acaban descubriendo que su volante de juguete no controla realmente el coche, también los estatistas más devotos acaban dándose cuenta de que su papeleta en la urna cada cuatro años no hace nada para evitar que la agenda globalista se desarrolle como una pesadilla imparable.

Esta constatación es desmoralizante. Esa es la cuestión. El mensaje del sistema político con el que hemos crecido toda nuestra vida es: "Deshazte de esos miembros inútiles y sustitúyelos por otros nuevos cada cuatro años si queréis. No importa. Esto no cambia nada. No tienes ningún efecto en el sistema".

Por desgracia, con demasiada frecuencia las víctimas de este condicionamiento se limitan a interiorizar este mensaje y se quedan ahí. Son las personas que se pasan el tiempo en foros online y secciones de comentarios predicando que nada cambiará nunca, derribando toda idea o alternativa que se proponga. Aunque el examen crítico de las ideas siempre es importante, las víctimas de la impotencia aprendida no se dan cuenta de que han sido encerradas en una prisión mental por sus antiguos amos. Al igual que el preso de nuestra hipotética celda sin cerrar, no sólo han perdido la esperanza de escapar, sino que incluso han renunciado a buscar una vía de escape.

Pero, ¿y si examináramos los resultados de este experimento desde el otro lado? ¿Y si, en lugar de los aspirantes a controladores de la humanidad, examinamos estos resultados por lo que pueden decirnos sobre cómo capacitar al público y disipar la impotencia aprendida que le impide buscar soluciones reales?

Esta es la cuestión que Seligman se planteó tras la publicación de sus resultados experimentales. No experimentaba con perros porque fuera un sádico. Tampoco le interesaba simplemente estudiar la indefensión aprendida, ni en perros ni en humanos.

Tras documentar el fenómeno, su atención se centró rápidamente en lo que se podía hacer con este conocimiento. Como documenta Maria Konnikova en su artículo del 2015 New Yorker sobre la investigación:
Pero Seligman no paró ahí su investigación. Le había dicho a su supervisor que él no creía en causar sufrimiento a menos que tuviera algún valor inherente que condujera a mejorar vidas, tanto caninas como humanas. Así que él y Maier [su colega en los experimentos originales] se propusieron encontrar una forma de invertir el efecto de la indefensión aprendida en los perros. Lo que descubrieron fue que un simple ajuste podía detener el desarrollo de la pasividad.

Cuando los investigadores colocaron primero a todos los perros en la caja lanzadera, donde la descarga era controlable mediante un salto, y, sólo entonces, en el arnés inescapable, el efecto del arnés se rompió: ahora, aunque los perros eran bombardeados por descargas, no se rendían. Seguían intentando controlar la situación, presionando los paneles a pesar de la falta de respuesta. Y cuando se les volvió a meter en la caja, no se acobardaron. Al contrario, recuperaron inmediatamente su capacidad para evitar los choques.
Una idea clave que puede extraerse de esta investigación es que, al igual que las personas pueden ser condicionadas a un estado de impotencia al ser sometidas a choques incontrolables, pueden ser "inoculadas" (por usar una frase) contra ese sentimiento de impotencia al ser expuestas primero a una situación en la que sí tienen control.

Esto forma parte del espíritu central de mi serie #SolutionsWatch. Hay, ciertamente, cosas que están completamente fuera de nuestro control. Pero, como están fuera de nuestro control, no tiene ningún sentido centrarse en ellas. Nuestra prioridad deben ser las cosas que están bajo nuestro control. Dónde y cómo vivimos; a qué dedicamos nuestro tiempo, dinero y energía; con quién pasamos nuestro tiempo; cómo cubrimos las necesidades de nuestra familia; el tipo de comunidad en la que vivimos: todas estas cosas son, hasta cierto punto, cosas sobre las que podemos tener una influencia directa, y al ejercer esa influencia (por mínima que sea), nos entrenamos en que nuestra situación no es sin esperanza.

Merece la pena explorar el campo de la psicología positiva. Al hacerlo, podemos obtener importantes conocimientos sobre nuestros propios procesos cognitivos y ser más conscientes de los estilos explicativos que utilizamos para dar sentido al mundo. Al hacerlo, también podemos ganar más control sobre esos procesos y desaprender una vida de impotencia aprendida que ha hecho que muchos abandonen toda esperanza.

Como mínimo, puede ayudarnos a darnos cuenta de que la puerta de nuestra celda mental no está cerrada. Todo lo que tenemos que hacer es salir por la puerta.