Decía el FMI en uno de sus polémicos documentos que para hacer frente a la crisis cabrían tanto las quitas como escamotear el ahorro.
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Seguimos escribiendo sobre la pandemia, y parece que, a partir de septiembre, vamos a tener que hablar aún más del tema. Lejos de remitir, habrá otra ola por cepas que van a hacer necesaria una tercera dosis de vacunas, dado que, al parecer, no cubren todo el espectro de propagación del virus. La ansiada recuperación, en medio este escenario, no va a ser posible por mucho que Europa nos inunde de millones. Con variantes que eluden las vacunas, habrá más contagios, más restricciones, toques de queda, confinamiento por áreas, pasaporte-covid contra no vacunados, y todo lo que ya conocemos.

O sea, la nueva normalidad. Que nadie se engañe, no vamos a volver a la antigua normalidad. La Inglaterra de Johnson vive una situación de escasez en supermercados por falta de suministros debido a lo que ahora llaman la pingdemia: el exceso de personas en cuarentena por haber estado en contacto con contagiados hace que haya escasez de transportistas, vendedores, etc. UK es líder mundial en vacunación, con Israel y Chile. Ninguno de los tres logra zafarse del todo del patógeno.

De manera que no sería de extrañar que Sánchez proclamara un nuevo Estado de Alarma en otoño, que ya no sería tal por ser inconstitucional. Tendría que recurrir a la nueva Ley de Seguridad Nacional, que permitirá movilizar a la población civil y expropiar sus bienes.

Sabemos que la escalada de deuda pública que se nos viene encima es atroz. El FMI llegó a decir en uno de sus atrevidos y polémicos documentos que, amén de las quitas, una de las medidas para aminorarla sería confiscar el 10 por ciento del ahorro familiar. Que ni se les ocurra.