Los daños a la salud de diplomáticos de EEUU asentados en Cuba, reportados en 2017 y que hasta el momento, se mantienen como una incógnita para científicos e investigadores ante la falta de evidencias de un supuesto ataque deliberado, siguen siendo "argumentos" para la Casa Blanca en su embestida contra la isla.
Habana Embassy USA
© REUTERS / Alexandre Meneghini
En la víspera, un grupo de científicos cubanos expuso en detalles el informe presentado por la Academia de Ciencias, donde desmienten, desde principios basados en la ciencia, cualquier acusación de "ataques" contra los funcionarios estadounidenses en La Habana, e impugnaron las alegaciones de Washington.

La Casa Blanca no ceja en su empeño de involucrar a Cuba en esos supuestos e indemostrables ataques, que han pasado de una acusación original — ataques sónicos — , versión que en estos cuatro años se ha hecho insostenible, a la del uso del empleo de microondas, algo que tampoco han podido demostrar.

Entre las principales impugnaciones a las acusaciones hechas por el Gobierno de EEUU contra Cuba está la posibilidad de que existieran afecciones médicas preexistentes antes de ir a La Habana de estos funcionarios, y que ninguna forma de energía conocida puede causar selectivamente daños cerebrales (con una precisión similar a un haz de láser) en las condiciones descritas para los supuestos incidentes de La Habana.

También se descarta el empleo de armas que se utilizan para dispersar a las multitudes, o microondas para desactivar los drones a través del sonido, pues estas son de gran tamaño y no hay posibilidad de que pasen desapercibidas (o dejen rastro) si se hubiesen desplegado en Cuba.

¿Qué es el Síndrome de La Habana?

Según los estudios hechos en EEUU, a los que no se le permitió acceso al sistema cubano de salud, las personas afectadas sufren dolores intensos de cabeza, pérdida de equilibrio, náuseas, mareos, confusión o desorientación, presión en los oídos, sensibilidad a la luz, y alteraciones del sueño, que pueden ser de somnolencia o de insomnio.

Estas afectaciones fueron consideradas por expertos estadounidenses vinculados al Gobierno como resultado de ataques, sin presentar evidencias que demostraran esa tesis, de acuerdo a lo planteado por la parte cubana.

Además del trabajo investigativo desplegado por científicos cubanos y estadounidenses, que descartan la opción de un ente agresor, también existen investigaciones de la policía cubana, el Buró Federal de Investigaciones de EEUU (FBI), y la Real Policía Montada de Canadá, quienes no han descubierto pruebas de "ataques" a diplomáticos en La Habana a pesar de las intensas investigaciones.

En abril último, el jefe del Comando Central de EEUU (Centcom), general Kenneth McKenzie, aseguró en una audiencia en el Senado que no encontró evidencia de ataques sónicos o de energía dirigida contra el personal estadounidense al que se hace referencia como el Síndrome de La Habana.

Otro detalle interesante es que hechos similares con idénticas afectaciones de salud, se han reportado en otros lugares del mundo como Rusia, China, Austria y más recientemente en Berlín

¿Manipulación politica?

Según el exembajador cubano en Washington, José Ramón Cabañas, el "ya acuñado Síndrome de La Habana fue un argumento útil para EEUU ante su propia opinión pública y ante terceros para justificar el cierre de los servicios consulares de su embajada en la capital cubana", de acuerdo a un artículo titulado "¿Síndrome de La Habana o Síndrome de Washington?" y publicado en el sitio web Portal Cuba.cu.

Esta maniobra, en opinión del diplomático Cabañas, estaba dirigida a "descontinuar allí los servicios de inmigración y ciudadanía, reducir la presencia diplomática cubana en Washington, emitir alertas de viaje a Cuba, reducir el flujo de visitantes con ese destino, poner en tela de juicio el compromiso de las autoridades cubanas respecto a la seguridad en su territorio para diplomáticos extranjeros".

Coincidentemente, los "sucesos" denunciados en La Habana, ocurren en momentos en que la nueva administración en la Casa Blanca, presidida por Donald Trump (2017-2021), daba sus primero pasos para intentar desmantelar el proceso de normalización de relaciones entre Cuba y EEUU que inició en 2014, durante el mandato de su predecesor, Barack Obama (2009-2017).

En su artículo, el exembajador cubano explica que, gracias a la labor profesional de desclasificación de la organización estadounidense National Security Archives, en febrero del 2021 fueron publicados tres informes sobre lo que se denomina Síndrome de La Habana redactados por el Departamento de Estado, el Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades y las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de los EEUU.
"En todos ellos se reflejó lo sucedido en relación con este tema durante los años de Trump: la falta de cooperación de las agencias empleadoras de los afectados con los que realizaron las investigaciones, inexistente acceso a los implicados, decisiones precipitadas por motivaciones políticas y ausencia de una teoría que explicara la atribución de síntomas diversos a una causa común".
En particular — agrega Cabañas — , el informe mencionado del Departamento de Estado sugirió que la decisión de Donald Trump de desmantelar la embajada de La Habana a principios de 2018, como reacción a unos supuestos "ataques sónicos" contra su personal diplomático, fue una "respuesta" política plagada de mala gestión, falta de coordinación e incumplimiento de las normativas.

El mismo texto — añade el artículo — reveló que el exmandatario estadounidense tomó la decisión de reducir el 60% del personal consular en La Habana y desactivar el funcionamiento de la embajada, sin tener prueba alguna de que Cuba estuviera detrás de los misteriosos problemas de salud que afectaron a sus funcionarios.

Cuatro años después, el Síndrome de La Habana sigue dando que hablar. El Gobierno de EEUU lo usó para justificar el retroceso de las relaciones bilaterales y le sirvió de excusa para recrudecer el bloqueo económico, comercial y financiero que impone a la isla hace casi 60 años.