Traducido por el equipo de Sott.net en español

La civilización humana está siendo manipulada de múltiples maneras por una clase insondablemente rica que está tan atrofiada emocional y psicológicamente que se niega a acabar con el hambre en el mundo a pesar de tener la capacidad de hacerlo fácilmente.
our global goals
Las Naciones Unidas han calculado que se podría acabar con el hambre en el mundo con un gasto adicional de 30.000 millones de dólares al año, aunque otras estimaciones son bastante más bajas. El otro día, Elon Musk se convirtió en la primera persona en alcanzar un patrimonio neto de más de 300.000 millones de dólares. Hace un año su patrimonio neto era de 115.000 millones de dólares. Según Inequality.org, los multimillonarios de Estados Unidos tienen un patrimonio neto combinado de 5,1 billones de dólares, lo que supone un aumento del 70% respecto a su patrimonio neto combinado de menos de 3 billones de dólares al comienzo de la pandemia de Covid-19.

Así que estamos hablando de una clase que podría fácilmente poner fin a la muerte de seres humanos por inanición en este planeta simplemente poniendo parte de sus vastas fortunas para asegurarse de que todo el mundo tenga suficiente para comer. Pero no lo hacen. Esta misma clase influye en las políticas, las leyes y el comportamiento a gran escala de nuestra especie más que ninguna otra.

Para hacerse una idea de lo insensato que es esto, Imagínate si hubieras visto un video en el que se me veía tranquilamente observando cómo un niño se ahogaba hasta morir en una piscina y no hago nada para ayudarle. Después de ver esa grabación, ¿se te ocurriría alguna vez, en un millón de años, que soy alguien que debería estar a cargo del mundo entero?

Voy a suponer que no. Voy a suponer que, en el improbable caso de que usted decidiera que alguien debería gobernar el mundo, después de verme dejar ahogar a un niño, estaría en el último lugar de los posibles candidatos.

Ahora imagina que en lugar de dejar que un niño se ahogue, fueran millones.

Así de insensato es que permitamos que esta clase dé forma a nuestra civilización.

Y ciertamente permitimos que den forma a nuestra civilización.

Por ejemplo, Bill Gates. Se gasta una fortuna en el control de la narrativa, desde inmensas contribuciones a The Guardian hasta decenas de miles de millones de dólares en subvenciones, y también ha destinado cientos de millones de dólares a turbios grupos de influencia política. Ha influido en las políticas de Covid en todo el mundo, desde la intervención contra la renuncia a las restricciones de las patentes de las vacunas hasta la facilitación del despliegue mundial de los pasaportes digitales de las vacunas; ha concedido innumerables entrevistas a los medios de comunicación sobre Covid-19 y las vacunas a pesar de no tener ningún título médico ni ninguna otra cualificación, aparte de un patrimonio neto de 136.000 millones de dólares. Todo ello después de haber prometido falsamente regalar su inmensa fortuna hace más de una década; su patrimonio neto se ha duplicado con creces en ese tiempo.

Jeff Bezos ha sido contratista del Pentágono, la CIA y la NSA, y los expertos han reclamado que Amazon está tratando de controlar la infraestructura subyacente de la economía. Como único propietario de The Washington Post, se asegura de que un medio de comunicación enormemente influyente cuente siempre con personas que ayuden a fabricar el consentimiento para el statu quo sobre el que se construye su imperio, y su gran visión de la humanidad implica enviarnos fuera del mundo para reproducirnos en gigantescos cilindros espaciales giratorios.

Los multimillonarios Reid Hoffman y George Soros se han asociado en una operación de control narrativo llamada Good Information Inc. con el objetivo declarado de contrarrestar la desinformación en los medios de comunicación, y el objetivo no declarado de elevar las narrativas autorizadas por el imperio sobre lo que está sucediendo en el mundo y socavar las narrativas no autorizadas.

El Foro Económico Mundial estableció una agenda para que las grandes empresas superen su rol no oficial y no reconocido como gobernantes no elegidos de nuestro mundo y se conviertan en socios abiertos en la gobernanza de los asuntos mundiales junto a nuestros gobiernos oficiales elegidos, con más poder que nunca.

Hay casi infinitos ejemplos que podría destacar, pero creo que mi punto es claro. Los multimillonarios y las empresas multimillonarias son dueños de nuestros medios de comunicación, influyen en nuestro pensamiento, manipulan nuestras economías, interfieren en nuestra política, determinan el destino de nuestro ecosistema y dan forma a nuestro mundo. Y son los menos cualificados de entre nosotros para hacerlo.

Nadie que tome la decisión día tras día de dejar que millones de personas mueran de hambre tiene derecho a tomar decisiones que afecten a otras personas, y mucho menos decisiones que afecten a todo el mundo. El hecho de que la clase multimillonaria y sus lacayos tomen esta depravada decisión día tras día los descalifica permanentemente de cualquier pretensión legítima de tener la empatía y la compasión que se requeriría para tal trabajo. Son demasiado narcisistas y disfuncionales como para que se les permita tener cualquier tipo de poder o influencia, y mucho menos la cantidad impiadosa que ejercen hoy.

Los multimillonarios no deberían existir. Se les debería quitar el poder y la riqueza, y dar el timón de la humanidad a la gente corriente, que está infinitamente más capacitada para navegar por las aguas turbulentas que le esperan a nuestra especie.
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