Con España a la cabeza, Europa está a la vanguardia en producciones ecológicas: un tipo de cultivo que merma la producción agrícola en un mundo cada vez más poblado.
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La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha desencadenado una crisis global de alimentos que apenas comienza. El bloqueo de cereal en el 'granero' de Europa, sumado a la sequía y al encarecimiento de los abonos y piensos, amenaza con un escenario crítico y sin precedentes en el mundo entero; también en el viejo continente. Mientras importantes países restringen las exportaciones por miedo al desabastecimiento, la Unión Europea mantiene su apuesta por la agricultura ecológica -más sostenible, pero menos productiva-, comprometiendo así la ansiada soberanía alimentaria.

Europa ya está a la vanguardia de la agricultura ecológica, con España a la cabeza en la producción y a la cola en consumo. Aunque tanto el cultivo como la compra de alimentos ecológicos no ha dejado de incrementarse en los últimos años, siguen siendo minoritarios. De acuerdo con los últimos datos -de 2020- del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el gasto en estos productos representa en España el 2,48% del total desembolsado en alimentación en un país donde una de cada diez hectáreas de superficie agraria es ecológica.

En el periodo 2015-2020, el crecimiento del gasto en productos ecológicos ha sido del 67,42 %, incremento que es del 154,07 % contando a partir de 2012. También se ha incrementado el número de productores agrarios ecológicos, que en 2020 llegó a los 44.493, un 6,33% más que en 2019. Las cifras revelan una tendencia al alza en el consumo de este tipo de alimentos, preferidos por proceder de explotaciones sostenibles, pero que sin embargo cuentan con algunas limitaciones que colisionan con la necesidad de producir alimentos en un contexto de carestía como el actual.

Este crecimiento es el resultado de las medidas adoptadas por la Unión Europea. La Política Agraria Común lleva años incentivando las prácticas ecológicas mediante subvenciones; así ocurre con la nueva PAC, que condiciona las ayudas al cumplimiento de los llamados ecoesquemas. Esta filosofía europea prima en las estrategias actuales, que han tratado de ser modificadas en el Parlamento Europeo a propuesta del PP. El PSOE se opuso a reformar los pactos a pesar de, como esgrimían los populares, los riesgos a una caída drástica de la producción en Europa.

El pasado año, un informe del Centro Común de Investigación -entidad científica dependiente de la Comisión Europea- evaluó el previsible impacto de estas estrategias. El órgano comunitario concluyó asumiendo que, de media, el conjunto de los sectores agrarios verían recortada su producción hasta el 15% para ajustarse a los nuevos parámetros. Más allá de los datos, los propios agricultores con cultivos ecológicos conocen de primera mano esta problemática.

«El ecológico no me compensa»

El principal escollo de este tipo de producciones es la merma de la producción. «Transformé mi olivar en ecológico hace unos años, pero he tenido que acabar quitándolo porque no me sale a cuenta, le pierdo dinero», explica a este diario Juan Antonio, un agricultor de Jaén que sostiene que la producción se vio reducida a la mitad tras adaptarse a las exigencias de la UE: «Es verdad que la aceituna ecológica se paga algo más cara, pero ni de lejos compensa si la oliva te deja muchos menos kilos».

A la problemática del cultivo ecológico se suma ahora la crisis de los precios que se mantiene en el sector agrario desde hace años se ha visto agudizada en los últimos meses con el encarecimiento de los costes y la competencia desleal con los productos importados. Explotaciones que antes eran difíciles de gestionar se han convertido directamente en inviables, como está ocurriendo con los cultivos citrícolas. Un claro ejemplo es el de la naranja española, cuyo precio -el que percibe el agricultor- ha caído un 63% mientras se multiplica por ocho cuando llega al supermercado, al tiempo que las importaciones continúan incrementándose.

«Si todo se cultivara en ecológico, faltaría comida»

«El problema de la agricultura ecológica es que se pretende cultivar como en 1800, cuando no había ni 1.000 millones de habitantes en la Tierra, pero estamos en 2022 y la población mundial se ha multiplicado por ocho...», explica a THE OBJECTIVE Tom, agricultor cordobés conocido por su actividad en redes sociales: «La tierra cultivable, quiera la gente o no quiera, es limitada y está entre un 10% y un 12% de la superficie». Por ello, Tom cree que «si se cultivara todo en ecológico, faltaría comida o sobraría gente en el planeta».

Este agricultor, que se muestra a favor de las explotaciones ecológicas, es también muy crítico con la política de la UE: «Aquí ya somos sostenibles, porque la agricultura convencional europea ya es sostenible, pero sin embargo nos dicen que tenemos que eliminar, eliminar, eliminar... mientras en Europa se importan alimentos de fuera, porque con lo que producimos aquí no tenemos. ¡Ni siquiera ahora, que se está permitiendo el uso de barbechos por la guerra, somos soberanos!».

«A los de aquí nos piden que reduzcamos la producción y no usemos determinados fitosanitarios que son sostenibles mientras entran aguacates con metales pesados que vienen de fuera de la UE, y la UE únicamente ha recomendado que se consuma el de aquí... Es de chiste, la verdad», comenta Tom, que cuestiona la viabilidad de la estrategia actual: «Hay mucho menos dinero de la PAC, hay pérdida de agricultores en las zonas rurales... Y los que quedamos estamos viviendo la mayor pérdida de derechos de la historia, y ni Asaja ni COAG ni UPA dicen nada; las patronales, mirando».

Luz verde de la UE al trigo transgénico importado

Paradójicamente, en contraste con la estrategia De la granja a la mesa sobre la que gira ahora la política agraria comunitaria, la Unión Europea se ha visto obligada a aceptar los cereales transgénicos. Si bien se mantienen las restricciones para cultivar este tipo de semillas modificadas genéticamente para ser más productivas, la UE ha aprobado en las últimas las importaciones de cereal transgénico proveniente Argentina, Brasil o Estados Unidos para garantizarse el suministro interno.

Alemania aconseja a la población hacer acopio de agua y alimentos para diez días ante la crisis de suministros Alejandra García Navia

La fue medida propuesta por el ministro español de Agricultura, Luis Planas, que en todo momento ha negado el riesgo de desabastecimiento. Entretanto, el Gobierno alemán insta a su población a hacer acopio de agua y comida para al menos diez días, y otros países restringen las exportaciones de determinados alimentados. Es el caso de la India, uno de los grandes productores de cereal, que ha decidido «prohibir con efecto inmediato» sus exportaciones de trigo después de la ola de calor sin precedentes que sufrió la India, con temperaturas que rebasaron los 60 grados centígrados, ocasionando importantes daños en los cultivos

La autorización para importar maíz modificado genéticamente se materializó el pasado viernes, cuando la Comisión Europea anunció la media conforme a la conclusiones de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que emitió una valoración científica favorable, reconociendo que la composición nutritiva de este organismo genéticamente modificado (OGM) es tan segura como la del resto de los homólogos convencionales.

La autorización tiene una validez de diez años y cualquier producto obtenido a partir de este OGM estará sujeto a estrictas normas de la UE sobre etiquetado y trazabilidad. Si bien esta decisión autorizará la comercialización del maíz, no permitirá su cultivo dentro de la Unión Europea. Tras las votaciones en el Comité Permanente Vegetales, Animales, Alimentos y Piensos (Scopaff) y el comité de apelación subsiguiente, los Estados miembros no alcanzaron una mayoría cualificada a favor o en contra de esta autorización y por tanto, requerirá más debates.