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El gobierno de Estados Unidos dispuso el miércoles pasado la venta de un paquete de armas por valor de 5.300 millones de dólares a la isla china de Taiwan, una decisión que podría suponer un serio revés para las relaciones entre China y el país norteamericano.

La decisión, tomada con un insensible desprecio hacia las persistentes protestas y las serias advertencias por parte de China, y con el manido pretexto de mantener la paz y la estabilidad entre ambos lados del Estrecho de Taiwan, es irresponsable, falta de fundamento y dañina.

Además la venta rompe la promesa histórica de Washington, complica la mejora de la situación a través del estrecho y pone en peligros el ímpetu positivo difícilmente alcanzado en las relaciones entre China y Estados Unidos después de haber superado el bache tras la última venta de armas por parte del país norteamericano a Taiwan a principios de 2010.

En lo que se conoce como los Tres Comunicados Conjuntos de China y Estados Unidos, las bases políticas de las relaciones entre los dos gigantes mundiales, Washington refrenda oficialmente la política de una sola China.

Estados Unidos también en eso acordó respetar la soberanía nacional y la integridad territorial de China y abstenerse de infringirlas, y declaró sus intenciones de reducir gradualmente su venta de armas a Taiwan.

Sin embargo, las pasadas décadas han visto a Estados Unidos renegar repetidamente de sus promesas vendiendo armamento avanzado a la isla china.

En su último paquete, las autoridades estadounidenses han elegido actualizar la flota existente de jets de combate F-16 A/B de Taiwan, en vez de venderles los F-16 C/D que la isla había pedido. Esto aparentemente cumple con la promesa de reducción gradual de las ventas, y ha provocado quejas sobre Washington supuestamente cediendo ante la presión de Beijing, y sobre el supuesto consentimiento de Beijing a que la venta se lleve a cabo.

Dichas alegaciones son falsas. Por una parte, China se opone a cualquier venta de armas a Taiwan, y por otra, muchos expertos militares chinos y extranjeros han subrayado que el citado paquete repotenciaría los aviones ya existentes de Taiwan al mismo nivel que si se les vendieran los nuevos F-16 C/D.

Mientras tanto, el razonamiento de Washington sobre la venta armamentística es ridícula. Para empezar, la llamada Acta de Relaciones con Taiwan de 1979 se mofa de las normas internacionales permitiendo a Estados Unidos interferir en los asuntos internos de China con la débil excusa de proteger un territorio inalienable de China.

Simplemente no tiene sentido mantener lo que Washington llama un equilibrio militar a través del Estrecho de Taiwan.

Además, Beijing ha venido buscando un desarrollo pacífico, y está comprometido a encontrar un acuerdo también pacífico sobre la cuestión de Taiwan.

Es más, gracias a los esfuerzos concertados por ambos lados del Estrecho de Taiwan, los últimos años se han visto rápidas mejoras entre la parte continental china y la isla, encaminadas hacia intercambios más frecuentes y abundantes, así como beneficios mutuos más tangibles y de naturaleza diversa.

Algunos analistas ven en la insistencia por parte de Estados Unidos en vender armamento a Taiwan una decisión tomada por motivos monetarios, ya que acuerdos de este tipo podrían generar suculentos beneficios a la industria de guerra del país norteamericano.

Aun así, los legisladores estadounidenses deberían tener una visión más amplia y alta, y valorar la inconmensurabilidad de una buena relación con china.

Durante las últimas décadas, Beijing y Washington han sido capaces de mantener una buena relación en líneas generales, con los beneficios que se desprenden de su cooperación cada vez más cercana extendiéndose más allá de los 1.600 millones de habitantes de los dos países.

A principios del año, con la visita del presidente chino, Hu Jintao, a Estados Unidos, el viaje del vicepresidente estadounidense, Joe Biden, a China, y la reanudación de los intercambios militares entre las dos naciones, entre otros eventos significativos, Beijing y Washington tuvieron la oportunidad de dejar atrás el mal sabor de boca dejado por la venta de armas de Estados Unidos a Taiwan en enero de 2010.

Sin embargo con esta desacertada decisión de repetir la venta de armamento a la isla china, Washington vuelve a abrir viejas heridas en las relaciones bilaterales. Esto es especialmente doloroso ya que las heridas estaban comenzando a cerrarse tras meses de fructíferas interacciones a través del Pacífico.

Como Beijing ya ha declarado en repetidas ocasiones, la venta continuada de armamento por parte de Estados Unidos a Taiwan es el mayor impedimento para el sano crecimiento de los lazos entre China y el país norteamericano, y Washington debería ser completamente consciente del serio daño y la alta sensibilidad de este asunto.

La reciente rebaja en la categoría crediticia de Estados Unidos debería haberle enseñado a la primera economía mundial la importancia de la credibilidad. Al igual que en el sector financiero, la credibilidad también es un tesoro en las relaciones internacionales, y no es inagotable.

El hecho de que uno acabe tragándose sus propias palabras no hace que se rellene su tarjeta de credibilidad política.