Hay un conato violento y velado bajo formas siempre cambiantes que pretende someter de nuevo nuestra vida a aquella uniformidad prevaleciente en los nidos o en la oscuridad del útero materno. Aquí no hay felicidad, grandeza o derecho fuera de esta profunda y ciega homogeneidad. (Ernst Jünger - El corazón aventurero, 1936)Por espíritu entendemos como, fuerza vital y el quid de algo. En lo jurídico, el espíritu de la ley consiste el sentido profundo de una norma legal sin el cual no tendría propósito su concepción. De acuerdo a la RAE, la palabra espíritu responde a definiciones como: Ser inmaterial y dotado de razón, como también a Alma racional. Sin embargo, para los efectos del caso y sin que quepa objeción de parte de los detractores del Teísmo y Misticismo la más acertada sería Principio generador, carácter íntimo, esencia o sustancia de algo. De tal forma que podríamos aseverar que, espíritu humano es aquello que por ser esencial e íntimo nos hace particularmente lo que somos y por defecto distinto a todo lo demás. Al ser cada uno uno una entidad corpórea constituida por un espíritu único, es por ende irreemplazable e invaluable.
En julio de 1913, el caricaturista Sidney Smith del Chicago Tribune, mediante un proyector de la compañía Polyscope Selig llevaría a la animación a uno de sus personajes de historieta llamado Old Doc Yak, una cabra vestida con pantalones a raya. Esta sería según los Records Guinness la primera caricatura animada de un animal. Pero también marcaría un hito importante, sería también la primera de un animal humanizado. Personalmente, los dibujos animados de animales (Tom & Jerry 1940 y Looney Tunes 1930, por ejemplo) sometidos a los ajetreos propios de la condición humana han sido desde siempre mis favoritos, aun cuando una vez adulto comprendí que las situaciones de un animal y de una persona jamás podrían equipararse, por ese carácter íntimo que nos hace humanos y no animales, por aquello que nos hace particularmente lo que somos y por lo tanto distinto a todo lo demás, o dicho de forma simple, por nuestro espíritu.
La tecnología no solo nos ha entretenido con estas quimeras proyectadas en pantalla: en la segunda mitad del siglo XX atestiguamos cómo la realidad virtual tomaba forma y fuerza hasta convertirse en algo habitual para todos y a todos los niveles, incluido el ocio; los videojuegos adquirieron el realismo de vidas alternas en donde el jugador podría no solo trabajar en el desarrollo de las habilidades y destrezas de su personaje sino también elegir a discreción las características relacionadas a la integralidad de este personaje aún cuando ellas pudieran estar completamente disociadas de los rasgos distintivos reales del jugador. De esta forma, por ejemplo, un jugador hombre pudo proyectarse en la matriz como una poderosa guerrera no humana con todas las connotaciones que, en una realidad virtual cada vez más creíble e integral, esto implicaba. Sin embargo y una vez más, es nuestra habilidad de diferenciar lo creíble de lo increíble lo que nos permite diferenciar entre la realidad y una ficción presentada como realidad.
La CEO del canal británico Channel 4, Alex Mahon, afirmaba en una conferencia en Cambridge que debido al contenido de vídeos cortos de plataformas creadas para este fin o para ofrecer opcionalmente este formato, los miembros de la generación Z han perdido la habilidad de considerar, disgregar y debatir ideas, es decir, han perdido herramientas para el desarrollo del pensamiento. Si esta generación, siendo la última y la anterior a las que están por venir carece de estas habilidades fundamentales para adquirir si bien una noción colectiva de la realidad también para alcanzar la emancipación de criterio, die Mündigkeit, tal y como están las cosas no hay nada que indique que la situación cambiará para mejor. Por ejemplo, en una investigación publicada en la revista Psychological Bulletin concluyeron que existe en muchas personas la tendencia deliberada de evitar conocer las consecuencias de sus acciones y de cómo éstas afectan a otras personas para justificar su egoísmo. Estas citas exponen cuan frágil puede llegar a ser nuestra postura, y las teorías de mercadeo y propaganda (que a fin de cuentas son lo mismo con distintos propósitos) no hacen mas que corroborar estas sospechas. Con la renuncia en comprender el alcance de nuestros actos también renunciamos a la responsabilidad derivada de ellos, además de la imposibilidad de elaborar una idea objetiva del Yo en su entorno. De esta manera los estudios ponen de relieve que los humanos bajo ciertas circunstancias somos proclives a perder éstas habilidades cognitivas esenciales para ver y comprender la realidad como un fenómeno colectivo y todo lo que ello conlleva, es decir, reconocer esa cada vez más difusa línea entre lo real y lo ficticio, de reconocer la diferencia entre las vicisitudes de una persona de carne y hueso y las de una caricatura animalesca, entre la integralidad de un gamer y la del personaje creado por él; de reconocer aquello que nos hace particularmente lo que somos y por lo tanto distinto a todo lo demás. Progresivamente se hace difícil reconocer la esencia de ese espíritu y ante ello se entra en el peligroso territorio donde nos convertirnos en lo que no somos, o más grave aún, en lo que otro decide qué seamos.
Hablar de espíritu no sólo se refiere a la idea de una entidad con consciencia que habita un contenedor de carne y hueso. Espíritu es la sustanciación en una síntesis de todo aquello que nos hace lo que somos y por lo tanto no otra cosa. Pero, existe un aparente deseo de los "bien llamados" humanistas y filántropos modernos basados en teorías sesgadas de aprovechar la aparente vulnerabilidad de este espíritu para, a partir de la impugnación de la tesis de los griegos, promover el reinicio del pensamiento y a su vez negar la precedente visión deífica de la realidad mediante el cuestionamiento de la existencia de Dios, negándonos la lógica pero también la fe, no como el ateo que defiende la visión de un universo antropocéntrico en donde se exalta al Hombre como fenómeno colectivo, sino sobre un egocentrismo que glorifica aisladamente al individuo como suceso singular y que consecuentemente se auto percibe como divinidad y creyente simultáneamente una vez crea una realidad propia y ajena a la colectiva, sirviéndose de una narrativa mágica mediante deformaciones semánticas que crean dicotomías conceptuales en sus partes. De esta forma, el significado de una palabra puede cuestionarse o validarse dependiendo de conveniencias personales, o sinónimos significar cosas distintas, permitiendo su manipulación a discreción del orador. Así, conceptos íntimamente vinculados con nuestro espíritu como estoicismo (indisolublemente unido al instinto de supervivencia), el sentido de pertenencia, de lo divino, la sensación de seguridad surgida de lo tradicional y la inquieta curiosidad ante lo desconocido, el derecho a la parcialidad que por ejemplo, implica el reconocer lo feo como una apreciación estética individual y subjetiva o de reconocer que una persona no es un animal ni viceversa, son primeramente censurados y luego reemplazados mediante ideas elaboradas en laboratorios sociales con el fin de, no sólo cambiar la naturaleza del Hombre sino de homogeneizar su pensamiento, de borrar todo lo que a través de la evolución orgánica del espíritu y el pensamiento hemos alcanzado, para someter de nuevo nuestra vida a aquella uniformidad prevaleciente en los nidos o en la oscuridad del útero materno.
Partiendo de esto, podrá entenderse mejor lo que hoy ocurre en el escenario mundial, pues mientras están los unos que intentan imponer este proceso de deshumanización de la Humanidad están los otros que luchan por preservar el derecho de esta Humanidad a un espíritu libre, curioso, parcial y contradictorio.
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