
El diámetro de las partículas de polvo en la atmósfera (que varía entre 0,1 micras y 50 micras) determina su efecto en el clima.
El tamaño de las partículas de polvo que hay en suspensión en la atmósfera influye en el clima porque las más pequeñas reflejan la radiación solar hacia el espacio, reduciéndose la cantidad que llega a la superficie terrestre y provocando un efecto de enfriamiento, mientras que las más grandes, del diámetro de un pelo humano, atrapan la radiación del suelo, es decir refuerzan el efecto invernadero. Por ello, esas partículas, llamados aerosoles, juegan un papel clave en los modelos climáticos, y un investigador estadounidense afirma ahora que las estimaciones de partículas que se hacen no son correctas, que debe haber bastantes más de las grandes que de las pequeñas. Su investigación parte de algo aparentemente sin relación alguna con el clima: un vaso de vidrio que cae al suelo y se hace añicos.
"Aunque sean muy pequeños, las partículas de polvo del suelo se comportan en un impacto igual que un vaso que se cae al suelo en la cocina y el conocer este patrón puede ayudarnos a conformar un panorama más claro de cómo puede ser nuestro clima en el futuro", dice el investigador Jasper Kok, en un comunicado de la National Science Foundation (NSF), institución estadounidense que financia su trabajo. Los resultados de esta investigación también pueden ser útiles para mejorar la predicción meteorológica, sobre todo en regiones polvorientas. Además, hay que tener en cuenta que las partículas afectan a la nubosidad y a las precipitaciones.