© NASAIlustración de una de las Pioneer.
Durante más de una década, un enigma ha acompañado a dos de las naves espaciales más alejadas de la Tierra y cuyo rumbo las hará pasar relativamente cerca de otras estrellas. Una sutil pero inquietante desaceleración demostraba que había una fuerza desconocida actuando sobre la Pioneer 10 y la 11, lanzadas por la NASA al espacio en 1972 y 1973 respectivamente. E incluso se llegó a plantear la posibilidad de que ambas naves, por su lejanía, estuvieran experimentando los efectos de una parcela ignorada de la física.
En realidad, a principios de la década de 1980, los responsables del centro de control de vuelo ya detectaron una desaceleración de las dos naves cuando se estaban aproximando al planeta Saturno, pero no se le dio al fenómeno la importancia que realmente tenía. En 1998, estando ya ambas naves a unos 13.000 millones de kilómetros de distancia del Sol (unos 8.000 millones de millas), un grupo de científicos encabezado por John Anderson del Laboratorio de Propulsión a Chorro (Jet Propulsion Laboratory o JPL) de la NASA, en Pasadena, California, se percató de que había una desaceleración verdadera y persistente, de alrededor de 0,9 nanómetros por segundo al cuadrado. Esto hizo que ellos y otros científicos llegasen a plantearse la posibilidad de que ambas naves, por su lejanía, estuvieran experimentando los efectos de una parcela ignorada de la física que contradijera en algunos aspectos a la teoría general de la relatividad de Einstein.