Ya pasaron más de tres meses de la asunción de Donald Trump como presidente de la primera potencia capitalista del mundo: Estados Unidos de América.© Desconocido¿Juró Trump cumplir sus promesas de campaña o fidelidad al Estado Profundo?
Nada ha cambiado. Si alguien había pensado que algo podía cambiar con su llegada a la Casa Blanca, se equivocaba de cabo a rabo. ¿Por qué habría de cambiar?
En todo caso, el discurso que levantó el magnate durante su campaña presidencial pudo hacer pensar - equivocadamente, por supuesto - en algún cambio coyuntural. Ante la actual crisis que vive la economía estadounidense, su propuesta apuntaba, al menos en la declamación, a un intento de renacimiento de la alicaída industria nacional.
Pero ahí viene el espejismo. Lo que está alicaído es el poder adquisitivo de la clase trabajadora estadounidense: sus empresas siguen prósperas, muy saludables, manejando el panorama con perspectivas de futuro. Si bien es cierto que, en términos técnico-contables, la producción bruta de China ha superado a la de Estados Unidos, el país americano sigue siendo aún el líder mundial, económica, política, tecnológica y militarmente.
De las más corpulentas empresas a nivel global, las once más grandes tienen su casa matriz en territorio estadounidense, siendo 54 de ese origen las más capitalizadas entre las primeras 100 de todo el planeta. Siguen manejando todos los dominios: petróleo (Exxon-Mobil, Chevron-Texaco), tecnologías de la comunicación (Apple, Microsoft, Google, Facebook, Hollywood), banca (Wells Fargo & Co, JMorgan Chase, Berkshire Hath-A), química (Johnson & Johnson, Procter & Gamble, Pfizer Inc.) y, por supuesto, industria militar (Lockheed Martin, Boeing, BAE Systems, Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics, Honeywell, Halliburton, General Motors, IBM).
Todos estos capitales del complejo militar-industrial registraron ventas en 2016 por casi un billón de dólares, teniendo además incrementos desde 2010 de un 60%, por lo que para ellos, claramente, no cuenta la crisis económica.
Comentario: Si bien es cierto que se pueden establecer ciertos paralelismos entre la situación en Venezuela y la de Siria, así como la de muchos otros países que tuvieron el tratamiento del "cambio de régimen"; es importante tener en cuenta que también existen algunas diferencias entre los mismos. En el caso de Venezuela, pareciera que la vulnerabilidad del gobierno actual es mucho más marcada y, por ende, más propensa a una corrupción interna que dificulta aún más cualquier proceso de resolución del conflicto actual.
Está bien resaltar la injerencia externa y reconocer lo difícil que es gobernar en una situación tan caótica en donde uno tiene las manos atadas, pero también se debe reconocer que el gobierno venezolano parece no estar actuando en base a los intereses de su gente y, quizás, la idea de "permanecer en el poder" está haciendo que actúen de manera un poco drástica y desmedida que ciertamente no mejora la crisis en la que el país se encuentra sumido.
El "modelo importante" que Al Assad insta a conservar parece haberse consumido poco a poco ante un pueblo que quizás aún tiene que aprender el valor del mismo para poder llegar a defenderlo por su propia voluntad.
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