El incremento del costo de producción del barril de petróleo en México, de 23 dólares, coincide con la estrepitosa caída del precio, que ronda los 27 dólares: ya no es el gran negocio. El derroche del actual y los pasados gobiernos cobra factura: la economía va a pique.
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A finales de diciembre de 2014, cuando el ministro del petróleo de Arabia Saudita, Ali al-Naimi, declaró a
East Economic Survey que "a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no les interesa recortar su producción, sea cual sea el precio [...] no importa si cae a 20, 40, 50, 60 dólares, es irrelevante". Para ellos, agregó Al-Naimi,
lo más importante era proteger su participación en el mercado petrolero ante los nuevos competidores, en especial los no convencionales (shale oil o esquisto) estadunidenses. Y añadió: "Nunca se volverán a observar precios de 100 dólares por un barril de petróleo".
Algunos oferentes afectados y ajenos o enemigos del organismo, sin ocultar su zozobra, registraron las palabras del saudita como una turbadora bravuconada, que pusieron al borde del infarto a los especuladores de los precios del petróleo en los mercados de futuros de materias primas, los cuales huyeron como ratas, configurando la profecía.
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