Carmen baja del cercanías que la lleva de Leganés a Madrid escuchando música por los auriculares al tiempo que, de forma minuciosa, desplaza su dedo por el teléfono móvil. Carmen parece leer y escribir algo interesante en la pantalla mientras espera la conexión de metro. Carmen viene de una ciudad dormitorio y va hasta una plaza de la capital desde la que Pablo tuitea que unas cuarenta personas debaten sobre si acampar o no esa noche a dormir. Podríamos coger unos sacos, unas esterillas y quedarnos, dice alguno de los cuarenta, casi todos jóvenes, que se observan las caras, todas nuevas, en círculo. A Alba, Pablo y los demás no los une su amor por el camping, sino una situación vital similar, unas expectativas parecidas de futuro y una lectura política de lo que está ocurriendo en su país. "Lo llaman democracia y no lo es", corean algunos de los cuarenta tras decidir que van a quedarse.
Celebración de manifestación sin autorización, multa de hasta 600 euros para los participantes y convocantes.

La gente protestando por la ley mordaza
Ángel vive en el barrio de La Viña. Esperanza, una vecina de dos calles más abajo, con dos hijos menores de edad, lleva tres años en paro y no puede hacer frente al pago de la hipoteca que le concedió el Banco Santander.
Es amiga de la familia de Ángel de toda la vida y esta misma mañana van a desahuciarla. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca de Cádiz se organiza para evitar el desahucio. Ángel y otras 20 personas se han citado en el portal de la casa de Esperanza para sentarse y, de forma pacífica, impedir el paso de la policía.
Obstruir a cualquier autoridad el ejercicio de sus funciones, multa de hasta 30.000 euros.
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