El gran desafío de todas estas asociaciones humanitarias catalogadas bajo la denominación de ONGs - es decir Organizaciones No Gubernamentales - es la de lograr tener su propia autonomía económica y financiera que las blinde de guardar una independencia objetiva y soberana al momento de posicionarse como mediador o ente auxiliador en un conflicto social, en una guerra, en una catástrofe natural. Pero generalmente ninguna cuenta con esa independencia o autonomía financiera.
Las ONGs son hoy en día grandes estructuras, con cientos de empleados, locales, y todo esto tiene un precio - a pesar de los benévolos que trabajan - y sólo pueden existir gracias a la ayuda financiera indispensable de ciertos poderes estatales o empresariales que han comprendido la gran utilidad de controlar o dirigir de cierta manera estas herramientas humanitarias, muchas veces instrumentalizadas.© DesconocidoUn tremendo trío: a la izquierda Madeleine K. Albright, antigua Secretaria de Estado de EEUU (1997-2001) en el gobierno de Bill Clinton, en el centro de la foto Suzanne Nossel, Directora Ejecutivo de Amnistía Internacional sección EEUU y antigua empleada de Hillary Clinton, esposa de Bill Clinton, y a la derecha, James Wolfensohn, antiguo presidente del Banco Mundial (1995-2005) que llevó a la ruina a pueblos enteros con su política neoliberal, obedeciendo a las indicaciones de Wall Street, estas tres personalidades reunidas para un debate humanitario bajo el título: « ¿Está el sueño de la ONU muerto? Las Organizaciones Internacionales y los Desafíos del Cambio », 24 de enero de 2012.
Amnistía Internacional, en su página web, en su sección Actúa, en abril de 2012, pedía la colaboración de los ciudadanos e indicaba que ya había recogido 11.962 firmas para supuestamente pedir el fin de la represión en Siria. Encabezaba el titular como:
«¿Por qué calla el mundo ante la situación en Siria?», mencionando en el texto que estaban haciendo presión, y pidiendo ayuda para hacerla, hacia gobiernos como: Brasil, India o Sudáfrica, con el fin de que «demuestren su liderazgo apoyando una resolución firme y jurídicamente vinculante que ayude a parar el baño de sangre en Siria».
¿A qué tipo de resolución se refiere Amnistía Internacional?
¿A una como la 1973 aplicada a Libia? ¿A la supuesta Responsabilidad para Proteger que ha conducido a la destrucción del país libio y a la llegada de
los fundamentalistas islámicos junto a los miles de asesinatos y violaciones? ¿A otro bombardeo criminal de la OTAN matando miles de civiles?
Preocupan estas cosas. Aunque Amnistía Internacional (AI) pueda decir que no aprobaba todo esto, sí aprobó la actuación de Naciones Unidas en Libia y lo hizo amparándose en datos falsos, como hemos visto en el capítulo sobre los medios de comunicación. Gadafi no bombardeo ni atacó a la población civil, no había motivos para ninguna intervención militar. Y no debe de olvidar AI que esa Responsabilidad para Proteger elaborada en 2005 no está en la Carta de las Naciones Unidas, porque es un cajón de sastre que puede valer, como ha valido en Libia, para arruinar a un país y condenarlo a la represión y muerte real ejercida por los islamistas y a la explotación colonial exterior.