Mientras Trump hacía campaña, era prudente abstenerse de llegar a conclusiones definitivas sobre su carácter o intenciones. Gran parte de lo que dice un candidato presidencial antes del día de las elecciones es retórica,
marketing y blofeo, diseñados para atraer tantos votos como sea posible.
Como regla general, las palabras de un político, particularmente uno que se enfrenta a una elección, rara vez se traducen en una política real.
Las acciones y los resultados son lo que cuenta, no el discurso o el estilo. No seguir esta regla es lo que hizo que la "izquierda disidente" anti-Bush y anti-guerra de Estados Unidos cayera ante el engaño de Obama y, a la inversa, participara en campañas anti-Trump antes de que él asumiera el cargo.
La regla todavía se aplica ahora que Trump se ha convertido en presidente, aunque sus palabras tienen más peso porque ahora están a una firma de convertirse en órdenes ejecutivas. Alguien en su posición entiende que
la inconsistencia entre las palabras y las acciones corroe su autoridad.
Comentario: Trump no lleva mucho tiempo en el poder y su presencia ya ha generado un caos mediático; pero no hay que olvidar quiénes son esos medios y quiénes los apoyan, como Soros por ejemplo. Las protestas que se hicieron en su contra fueron patrocinadas por este mismo empresario. Y al establishment le da miedo Trump porque, si sigue con el discurso que presentó durante su campaña, contradice en gran su agenda.
Es muy pronto para saber qué es lo que realmente busca Trump. Lo invitamos a leer el siguiente análisis: Trump, Bannon y el peligro de las profecías autocumplidas