La situación en Oriente Próximo parece cada vez más peligrosa, por lo que Ankara necesita adquirir un sistema de defensa antiaérea para poder protegerse de sus enemigos. El columnista Nuri Elibol, en su artículo para el medio Turkiye Gazetesi, explica la decisión de Ankara de adquirir los S-400 rusos.
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En primer lugar, Turquía tocó la puerta en Estados Unidos, productor de los sistemas de misiles Patriot. La parte estadounidense propuso cuatro baterías de esta arma por un valor de 4.000 millones de dólares. Además, la empresa fabricante se negó a entregar la tecnología de estos misiles a la parte turca.
Ankara buscaba adquirir solo una batería Patriot y fabricar otras tres en su territorio en una planta conjunta. Asimismo, planteaba lanzar proyectos conjuntos con EEUU en este campo. Sin embargo, Washington rechazó la iniciativa ya que solo quería vender las armas, sostiene el autor.
Luego Turquía se dirigió a Francia y solicitó comprar los sistemas de defensa antiaérea de medio y largo alcance Aster SAMP/T. A raíz de las negociaciones con París, fue acordada la compra de cuatro baterías por 3.800 millones de dólares.
No obstante, la parte gala solicitó un período muy largo para cumplir el contrato: 50 meses, es decir, más de cuatro años. Dada la grave situación en la región, Ankara no pudo permitirse tanto tiempo. Además, París se mostró poco entusiasmado con la posible entrega de estas tecnologías a la parte turca. Francia ni siquiera estaba dispuesta a desplegar las baterías Aster SAMP/T de manera provisional.
"Turquía se ha esforzado por satisfacer su necesidad de un escudo aéreo, y, ante todo, a través de [la cooperación] con países miembros de la OTAN. Pero no pudo conseguir el resultado deseado", señala el
columnista.
Ankara empezó a negociar con Pekín la compra de los sistemas de largo alcance FD-2000. Las negociaciones con China fueron muy fructuosas, afirma Elibol. En el proceso, Turquía hacía caso omiso a las protestas de la OTAN y especialmente a las de "ciertos miembros de la Alianza".
Comentario: Interesante pero no inesperado, ya que Serbia es uno de los pocos países de Europa oriental que no han sucumbido a las presiones de Washington de darle la espalda a Rusia. Es ilógico para los países fronterizos con Rusia imponer sanciones en su contra, ya que el costo de hacerlo es mucho mayor para los países Europeos.