
Naomi Klein reflexiona con inteligencia sobre los movimientos sociales de la actualidad
Pero estos actos estuvieron caracterizados por una destrucción masiva; el saqueo fue menor. Ha habido, sin embargo, otros saqueos masivos en años recientes, y quizá también deberíamos hablar acerca de ellos. Estuvo Bagdad, tras la invasión estadunidense (un frenesí de incendios y saqueo que vació las librerías y los museos). Las fábricas también fueron afectadas. En 2004 visité una que antes hacía refrigeradores. Sus trabajadores se habían llevado todo lo valioso, luego le habían prendido fuego tan concienzudamente que la bodega era una escultura de hojas de metal torcidas.
En aquel entonces, la gente de los canales de noticiarios pensaba que el saqueo era marcadamente político. Dijeron: esto es lo que pasa cuando un régimen no tiene legitimidad ante los ojos de la gente. Después de que durante tanto tiempo miraron a Saddam Hussein y sus hijos servirse a sí mismos de lo que fuera y de quien fuera, muchos iraquíes comunes sentían que habían ganado el derecho a tomar algunas cosas para sí mismos. Pero Londres no es Bagdad, y el primer ministro británico David Cameron no es precisamente Saddam, así que seguramente no hay nada que aprender ahí.
¿Qué tal un ejemplo democrático, entonces? Argentina, circa 2001. La economía iba en caída libre y miles de personas que vivían en barrios bravos (que habían sido prósperas zonas manufactureras antes de la era neoliberal) asaltaron las tiendas pertenecientes a extranjeros. Salieron de ellos empujando carritos de supermercado que se desbordaban con productos que ya no podían comprar - ropa, equipos electrónicos, carne - . El gobierno llamó a un "estado de sitio" para restaurar el orden; a la gente no le gustó y tumbó al gobierno.