Es así como perciben algunos vecinos en el norte de Honduras el despliegue de una base militar estadounidense en Mosquitia, hace dos años, y que modificó los hábitos de los indígenas.
El silencio de la jungla se rompe con el ruido de los helicópteros. Las actividades tradicionales de la población, tales como la caza y la pesca, ahora se ven obstruidas por la nueva situación."La verdad, esto es un problema. Porque esto cambia el panorama y la misma seguridad de nosotros. En ciertas zonas las comunidades no pueden circular libremente, porque te ponen límite de no cruzar. Entonces, eso para nosotros es un problema grave", explica Norvin Goff Salinas, presidente de MASTA (organización indígena del pueblo misquito).El descontento con la presencia estadounidense en el país llegó a su cenit en mayo pasado, después de una redada contra el narcotráfico. El operativo, que contó con la asistencia de un grupo de efectivos norteamericanos, dejó un saldo de 4 civiles muertos, entre ellos mujeres.Meses después, algunos activistas hondureños dieron la voz de alarma afirmando que, próximamente,
Washington planea abrir otra base militar en Honduras que podría convertirse en la mayor en toda América Latina."Los EE.UU. tienen previsto (aunque no se ha hecho público) instalar una enorme base, en la plataforma marítima precisamente. Nosotros hemos denunciado que esta base (que nadie dice nada, que todo está en silencio), también amenaza a los pueblos hermanos. EE.UU., hay que recordar,
siempre ha usado a Honduras como una plataforma para invadir a otros pueblos hermanos, como sucedió en los 80 contra Nicaragua. Esta vez podría ser Venezuela", expresa Berta Cáceres Flores, coordinadora general del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH).