Traducido por el equipo de SOTT.netLas crisis políticas parecen estar derribando una a una a las naciones occidentales, con sus líderes aferrados a la arrogancia y mostrando un desdén por la democracia
© ludovic MARIN/AFPEl presidente francés Emmanuel Macron.
Es casi como si algunas capitales de la UE tuvieran un tenaz deseo de morir. Tras el
asombroso y continuo acto de suicidio industrial de Berlín para mayor gloria de la OTAN de Estados Unidos y la Ucrania de Zelensky, París ahora se está suicidando. Como señaló casi correctamente el recién licenciado primer ministro francés Michel Barnier, el «país atraviesa una profunda crisis».
«Casi», porque no la está «atravesando», sino atrapado en ella.
Mientras tanto, el hombre que puso en marcha este tren a ninguna parte
con un berrinche de elecciones anticipadas a principios de junio, el ex banquero de inversión convertido en presidente Emmanuel Macron, no renunciará, aunque está políticamente en bancarrota. Además, sigue
culpando a todo el mundo menos a sí mismo, mientras promete proporcionar «estabilidad».
La obstinación del presidente sería divertida si no fuera tan trágica para Francia.
Como ha dicho el diario francés Libération, «¿cómo puedes encarnar la estabilidad cuando eres tú quien ha producido el caos?». Pero entonces, para ser justos con el antiguo niño prodigio del centrismo, para las «élites» de Occidente y sus vástagos, también (¡Hola, Crack Hunter, hijo sin ley del genocida Joe!), asumir la responsabilidad está tan pasado de moda. Y lo que es más importante,
el fracaso personal, aunque enorme, de Macron como político y, lo que es peor, como líder nacional, no es toda la historia.
Comentario: Francia y el Occidente globalista en general se encuentran en una crisis civilizatoria. Los días del «orden basado en reglas» están contados y menos mal que así es.