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Continua galopante el descenso europeo a su peor posición diplomática en décadas. Después de la horripilante visita de Zelensky a la Casa Blanca, Starmer y Macron lo recibieron con los brazos abiertos y le dijeron todo lo que él deseaba escuchar, prometiéndole apoyo financiero militar.
Europa luego inició un proceso de retórica agresiva en contra de Rusia, haciendo llamados a enviar tropas de paz al territorio ucraniano, e incluso llegando a amenazar a Moscú con armamento nuclear, algo que Rusia denunció como una amenaza a su seguridad. Mientras sus líderes juegan con millones de muertes, los europeos han empezado a protestar en contra de las ideas de enviar soldados europeos a Ucrania.
Una protesta que resuena con la negativa de Italia a participar en esta iniciativa y con las posiciones de líderes como Orban o Fico, quienes se vuelven objetivos políticos de Bruselas, tal y como ocurrió en Rumania.
Mientras Europa apuesta una pésima mano por la tercera guerra mundial, Trump continúa sus métodos de negociación con sus vecinos, volviendo a amenazar a México y Canadá con aranceles, que una vez más volvió a retirar cuando consiguió lo que deseaba. Este parece convertirse en un patrón de comportamiento con sus vecinos.
En Panamá, el control de los puestos en ambos extremos del canal, fue comprado por inversores que le arrebataron el control a China de los mismos.
Mientras todo esto ocurre, la primera señal de lo que significó la caída del gobierno de Bashar Al-Assad en Siria se hizo sentir esta semana, con el nuevo gobierno llevando a cabo una violenta y sangrienta represión de sus ciudadanos. Como era de esperarse, no hemos escuchado ni una sola palabra condenando la represión por parte de la prensa occidental.