
Jóvenes españoles congregados en la Puerta del Sol protestan contra la arbitrariedad y la corrupción del poder político
"Miles de jóvenes españoles protestan contra las dificultades económicas", titula el diario francés Le Monde. Es verdad. También en Túnez el paro, la pobreza y la inflación tuvieron mucho que ver en el estallido de las revueltas. Pero lo impresionante no es esto. Lo impresionante es que en ambos casos los manifestantes hayan reclamado y reclamen "democracia". En el caso de Túnez y del mundo árabe todos esperaban que sus ciudadanos invocasen la sharia -una variante religiosa de la Ley- frente a la arbitrariedad y la corrupción; en España todos los análisis apuntaban a una penetración rampante del discurso neofascista como respuesta a la inseguridad económica y social y al desprestigio de la política: la derecha conservadora parecía, a uno y otro lado del mediterráneo, la única fuerza capaz de canalizar, deformándolo, el malestar general. Pero hete aquí que lo que los jóvenes piden por igual, aquí y allí, en Túnez y en Madrid, en El Cairo y en Barcelona, es "democracia". ¡Democracia de verdad! Que la pidan los árabes parece razonable, pues vivían y viven todavía sometidos a dictaduras feroces. Pero que la pidan los españoles es más extraño. ¿Acaso España no es ya una democracia?