Traducido por el equipo de SOTT.net en españolUno de los sellos del totalitarismo es la conformidad de las masas con una narrativa oficial psicótica. No cualquier narrativa oficial, como la de la "Guerra Fría" o la "guerra contra el terror". Una narrativa oficial completamente delirante que tiene poco o nada de conexión con la realidad y que es contradicha por la preponderancia de hechos.
Los ejemplos clásicos son el nazismo y el estalinismo, pero el fenómeno se observa mejor en cultos o en otros grupos sociales subculturales. Numerosos ejemplos vienen a la mente: la familia Manson, "El templo del pueblo" de Jim Jones, la Iglesia de la Cienciología, Heavens Gate, etc., cada uno con su narrativa oficial psicótica: Helter Skelter, comunismo cristiano, Xenu y la Confederación Galáctica y demás.
Viéndolo desde la cultura dominante (o a través del tiempo en el caso de los nazis), la naturaleza delirante de estas narrativas oficiales es flagrantemente obvia para la mayoría de la gente racional. Lo que muchos no logran comprender es que para los que caen presos (ya sean miembros individuales del culto o sociedades totalitarias completas) de tales narrativas, estas no parecen psicóticas. Por el contrario, se sienten por completo normales. Todo alrededor de su "realidad" social reifica y reafirma la narrativa, y todo aquello que la ponga en duda o la contradiga es percibido como una amenaza existencial.
Estas narrativas son invariablemente paranoicas, pintan al culto como amenazado o perseguido por un enemigo malévolo o por una fuerza antagonista de la cual se salvarán solo si se conforman a la ideología del culto sin cuestionamientos. No importa si el antagonista es la cultura preponderante, el cuerpo de los thetanes, los contrarrevolucionarios, los judíos o un virus. Lo importante no es la identidad del enemigo.
Lo importante es la atmósfera de paranoia e histeria que genera la narrativa oficial, que mantiene complacientes a los miembros del culto (o la sociedad).
Comentario: