Traducido para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.© Joe Bageant
Si uno pasa mucho tiempo con gente que piensa, la conversación termina por pasar al tema de los serios problemas políticos y culturales de nuestros tiempos. Como por ejemplo: ¿Cómo pueden ser tan descerebrados sistemáticamente los estadounidenses? Gran parte del mundo, y numerosos estadounidenses, se hace esa pregunta al ver como la cultura de EE.UU. cae como un mastodonte apaleado que se desploma en un pozo de brea del Pleistoceno.
Una explicación podría ser el efecto de 40 años de pulpa industrial de pollo frita en abundante aceite y gaseosa Big Gulp de más de 1 litro. Otra podría ser la cultura pop, que no es cultura en absoluto, claro está, sino mercadeo. O podríamos culpar al autismo digital: ¿Habéis observado a los simios informáticos en el subte pinchando sus artefactos digitales, acariciando sus pantallas táctiles durante horas? ¿Esas crispadas cejas neolíticas sobre esos ojos rojos entrecerrados?
Pero una explicación más razonable es que: (A) ni siquiera sabemos lo que estamos haciendo, y (B) nos aferramos a instituciones que se dedican a asegurar que nunca lo descubramos.
Como demostró genialmente William Edwards Deming, ningún sistema puede entenderse a sí mismo ni por qué hace lo que hace, incluido el sistema social estadounidense. Sin saber nada de por qué su sociedad hace lo que hace debido a un caso bastante horrible de intranquilidad existencial. Por lo tanto creamos instituciones cuya función es pretender que lo saben y así todos nos sentimos mejor. Por desgracia, también hace que los más sabios de entre nosotros - esas élites que dirigen las instituciones - sean muy ricos, o estén a salvo de las vicisitudes que afectan al resto de nosotros.
Directa o indirectamente comprenden que la verdadera función de las instituciones sociales de EE.UU. es justificar, racionalizar y ocultar el verdadero propósito de la conducta cultural del
lumpenproletariat y conformar la conducta en beneficio de los miembros de la institución. "Eh, ¡son lumpen! ¿Qué queréis que hagamos?"
Los lectores que duden pueden fijarse en las instituciones sanitarias, las corporaciones aseguradoras, las cadenas hospitalarias, los lobbies de los médicos de EE.UU. Entre ellos han establecido un derecho perfectamente legal para esquilarnos a ti y a mí miles de dólares a su antojo. Que defendamos tan rabiosamente su derecho a despojarnos, a pesar de toda la información disponible en la era digital, desconcierta al mundo.