El periodismo en España no atraviesa su mejor momento. Vivimos sometidos como nunca a la dictadura del patrón, rendido al control del poder. Con la diferencia de que lo que antes era puro disimulo ahora es indecente transparencia.
Cuando el calor aprieta y el terrorismo se ha convertido en una cita de desequilibrados con o sin ideología. En estos tiempos de incertidumbre y miedo. En estas semanas en las que Felipe VI, nuestro rey nunca elegido, contempla con impaciencia cómo los líderes más relevantes demuestran su incapacidad para pactar, me dispongo a criticar a mis colegas de oficio y a mí mismo por nuestra incapacidad para el riesgo, la autocrítica, la rebeldía y la sinceridad.
El periodismo en España no atraviesa su mejor momento. Vivimos sometidos como nunca a la dictadura del patrón, que a su vez está rendido, como siempre, al control del poder. Con la diferencia de que lo que antes era puro disimulo, ahora, en muchos casos, es indecente transparencia.
Algunos colegas se dieron cuenta de la realidad cuando fueron víctimas de los primeros Eres. Bienvenidos a la pandilla de los críticos más o menos apestados. Algunos siguen mamando de la teta pródiga y peleando por esa tertulia o aquella colaboración, dispuestos a adular o a ejercer de equilibristas del ditirambo y la crítica (dulce, por supuesto). Y otros, lo podemos ver algunas noches en la tele, se han pasado sin vergüenza al mundo del espectáculo. Con sus trucos, sus requiebros, sus dichos y gracietas.
Comentario: En una publicación al respecto, en el periódico Fort Russ, Eduard Popov escribe: Para un mayor contexto acerca de esta región del mundo y su importancia geopolítica, recomendamos leer: Armenia contra Azerbaiyán, el Este contra el Oeste: la crisis de Nagorno-Karabaj y su conexión con la OTAN-Israel