
El maltrato de las autoridades marroquíes provocó que un hombre desesperado se quitara la vida
La hogra es esa palabra con la que desde hace una década los jóvenes argelinos primero, y ahora el conjunto del Magreb, describen el desprecio y la arbitrariedad con los que son tratados por las autoridades. Kanuni, vendedor ambulante de pan, la sufrió el domingo y se rebeló prendiéndose fuego a lo bonzo ante la comisaría central de Berkane (80.000 habitantes).
Su historia es casi idéntica a la de Mohamed Buazizi, el joven tunecino que se inmoló el 17 de diciembre ante el Gobierno Civil en Sidi Buzid y falleció días después a consecuencia de las heridas. Su gesto fue el detonante de la revolución tunecina que cuatro semanas después expulsó al dictador, el presidente Zine el Abidine Ben Ali, del poder. En Marruecos no ha sucedido nada parecido.
"Kanuni vendía pan cerca de una panadería", cuenta Abderrahim Saddiqi, presidente de la sección local de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos. "Al dueño de la panadería no le gustó y llamó a la policía tras enfrentarse al vendedor", prosigue. "La policía le golpeó, le insultó y se incautó del carro" con el pan, que destruyó.