La Fundación Madrina realoja a familias de Madrid golpeadas por la crisis en pueblos de toda España. Hay 500 peticiones en lista de espera, muchas al borde del desahucio y sin ingresos.

© David Brunat
Nancy Mamani, junto a dos de sus hijas, en su nueva vivienda en Muñotello, Ávila.
Jennifer Legua amaneció este viernes viviendo en un bajo sin luz natural en Getafe y terminó el día viviendo con sus tres hijos y su marido en una estupenda casita en Santa María del Berrocal, Ávila. En Getafe, poco menos que nadie los quería: no conseguían trabajo desde el inicio de la pandemia y hace tiempo que comían gracias a la caridad. Debían tres meses de alquiler del bajo sin ventilación que habitaban y el casero ya les advirtió de que no les iba a pasar ni una más. O pagaban, o a la calle. En Santa María del Berrocal, en cambio, su llegada es como agua de mayo. Gracias a los tres niños, logran que la Junta de Castilla y León no les cierre la escuela este curso. La casa, los primeros dos meses, es gratis.
El caso de Jennifer y su familia es el último en la rueda de realojamientos desde los suburbios de Madrid hacia los pueblos que está organizando
Fundación Madrina, una entidad que durante años ha centrado su acción en las madres jóvenes vulnerables y que desde el inicio de esta crisis se ha convertido en uno de los principales bancos de alimentos de la capital. En realidad, este programa de reubicación de familias excluidas de Madrid hacia los pueblos arrancó hace diez años.
Pero es ahora cuando literalmente no dan abasto. A principios de 2020, la fundación tenía una lista de espera de 50 familias dispuestas a comenzar de nuevo en un pueblo, el que fuera. Hoy la lista alcanza casi 500 peticiones, casi todas desesperadas.