© AFPReportes de organizaciones que observan a extremistas alertan sobre la proliferación de grupos "de odio" en Estados Unidos. En la imagen, una enfermera de Carolina del Norte durante un mitin, celebrado en abril, en apoyo a una prohibición constitucional del estado al matrimonio entre homosexuales
A veces la luz se opaca en este país y brotan rayos oscuros, como si surgieran de un hoyo negro en el universo, esos que se tragan la luz, y
hay vistazos de un país anulado, sofocado de miedo e ignorancia, o simplemente profundamente desencantado entre tantas promesas incumplidas de cambio y, por ser superpotencia, las consecuencias de esto se extienden por el universo.
Una gama demasiado amplia de políticos, religiosos y otros niegan el fenómeno del cambio climático; otra rechaza la teoría de la evolución documentada por Darwin; otros se sienten amenazados por mexicanos, centroamericanos, musulmanes, judíos, africanos, gays, lesbianas, ciertos libros, ciertas ideas, etcétera.
Parte del temor proviene de la sensación de vivir en un país donde todo lo que pensaban que era suyo y permanentemente se deshace frente a ellos por fuerzas que no entienden, sobre las cuales no tienen ningún poder, sean empresas trasnacionales, bancos, políticas económicas hechas por y para otros, que de repente les hacen perder sus viviendas, sus empleos, sus granjas. Nadie les explica cómo fue que, jugando con las reglas, quedaron sin nada, como si todo hubiera sido una trampa.
Se arman - más de 200 millones de armas de fuego en manos privadas - con la justificación de que tienen derecho a defenderse ante fuerzas que amenazan sus vidas.
La televisión y otros medios no cesan de hablar de las amenazas que provienen del extranjero, como las que nacen aquí adentro del país.