Nadejda Atayera, activista por los derechos humanos de Uzbekistán, narra a eldiario.es las experiencias de tortura utilizada por las autoridades de su país de origen. Amnistía Internacional denuncia en el Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura su gran magnitud: registró casos en el 82% (141) de los países estudiados en 2014. El Comité contra la Tortura de la ONU recordó el pasado mes a España varias recomendaciones que sigue sin aplicar, como la imprescriptibilidad del delito de tortura.
© Alejandro Navarro BustamanteNadejda Atayeva, activista de Uzbekistán, tuvo que huir de su país de origen y vive como refugiada en Francia.
Nadejda Atayera huyó de su país, Uzbekistán, en Asia Central, presa del miedo en el año 2000. Dándose la vuelta en cada esquina, huyendo de las personas a las que antes habría acudido al sentirse amenazada: la policía, la justicia, el Estado. "Mi padre era un hombre del gobierno, pero cuando tocó los intereses de algunas personas afines al presidente, ordenaron su detención", cuenta en una entrevista con
eldiario.es. Un fiscal que tenía la orden de detenerlo le advirtió de lo que se avecinaba: "Era su amigo y le dijo que huyera, que lo torturarían. Mi padre no le creía hasta que le enseñó una fotografía de un exministro mutilado. Le habían amputado las piernas".
Nadejda Atayera, de 57 años, se remonta a marzo de 2000 con la emoción empañada en los ojos. El mes en el que todo cambió, en el que dejó su acomodada vida y empezó un recorrido en la clandestinidad, en busca de protección internacional. No la encontró hasta años después, en Francia, donde vive en la actualidad como asilada política y desde donde preside la
Asociación para los Derechos Humanos en Asia Central. Con motivo del Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura, que se celebra este viernes 26 de junio, recuerda las numerosos denuncias de malos tratos a presos en su país que llegan a su asociación.
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