Historia Secreta
Este hallazgo se registró durante los trabajos de excavación que supervisa el Programa de Arqueología Urbana (PAU) en la Plaza Gamio, a un costado de la Catedral Metropolitana, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde se habilita el área para la construcción de un nuevo acceso a la zona arqueológica y del museo que alojará el monolito de Tlaltecuhtli.
Las piezas arqueológicas por sus características físicas podrían haber pertenecido a las culturas Valdivia y Tumaco en el mar pacífico.
Por este hecho fue capturado un ciudadano de nacionalidad ecuatoriana, de 69 años de edad de profesión artesano y pintor, quien será investigado por el delito de tráfico de patrimonio arqueológico e histórico de la nación.
Los elementos incautados por las unidades de la Seccional de Tránsito y Transporte de la Policía Nacional, quedaron a disposición de la oficina delegada del Ministerio de Cultura de Colombia.
Valdivia es una cultura arqueológica precolombina que se desarrolló entre el 3.500 y el 1.800 a. C. en la costa occidental del Ecuador entre las provincias de Manabí, desde el sector de Puerto Cayo hasta el norte de la provincia de Santa Elena, una de las áreas más secas de la costa de Ecuador.

Una de las partes de la estatua de 13 metros de altura del faraón Amenhotep III, descubierta durante una excavación en Luxor, Egipto.
Es probable que se desplomara durante el terremoto que sacudió Egipto el año 27 a. C.La estatua fue hallada en excavaciones llevadas a cabo en el área de Qarna, donde se encuentra el templo de Amehotep III (1390-1352 a.C.), en la ribera oeste del río Nilo, en Luxor, precisa el ministro en un comunicado difundido por su oficina.
El coloso, que está esculpido en cuarcita pintada, y que mide trece metros de altura y casi seis metros de ancho, está compuesto por siete grandes fragmentos, precisa Hawas en la nota.
La estatua era una de las dos que flanqueaban la entrada norte del templo de Amehotep III y es probable que se desplomara durante el terremoto que sacudió Egipto el año 27 a. C.
Actualmente se efectúa la limpieza y restauración de los siete fragmentos para volver a emplazar el coloso en su lugar original, pero la cabeza aún continúa sepultada en la arena, por lo que los expertos seguirán con las excavaciones para encontrarla, indicó el ministro.
La Comunidad de Madrid ha editado el libro Viviendo la Prehistoria. Descubriendo la Prehistoria en el Valle del Lozoya, publicado por el Museo Arqueológico Regional (MAR) de Alcalá, y orientado a niños de entre 6 y 10 años de edad. De un modo atractivo y divertido, casi a modo de cuento, esta nueva publicación acerca a los niños como eran y como vivían los neandertales y que hace la arqueología para descubrirlo. Los textos han sido escritos por Rafael Mendoza y las ilustraciones son de Margarita Lliso, bajo la supervisión del equipo de investigación en los yacimientos de Pinilla del Valle.
El texto se divide en dos partes: la Prehistoria, en la que se narra un día en la vida de dos jóvenes neandertales que habitaron este paraje de la Sierra madrileña; y la historia reciente, que relata la visita de dos niños al trabajo de su madre, arqueóloga, en estos yacimientos. Ambas partes relatan dos momentos diferentes de la Historia en un mismo lugar, haciéndose guiños, la una a la otra.
En la investigación se analizaron las marcas que hay en la parte frontal de los dientes de los Neandertales, que compartieron origen y desarrollo con los ascentros del homo sapiens (aunque, según la mayor parte de las teorías actuales, se extinguieron posteriormente). Éstas señales se relacionan con el uso de la mano derecha. Los científicos subrayan que no se trata de marcas accidentales producidas al comer, sino de ralladuras producidas por la manipulación de instrumentos con la mano derecha o izquierda para comer. La mayoría de estas endiduras estaban hechas en paralelo y en la misma dirección, siguiendo un patrón que se corresponde con el uso de la mano derecha para coger una herramienta de piedra.
De esta manera, el valle continúa ofreciendo «agradables sorpresas» para los historiadores, los investigadores y los amantes del patrimonio cultural, según expresan desde este museo cuya titularidad recae en el ayuntamiento riañés. Y la 'sorpresa´ cuenta esta vez con 86 centímetros de altura y unas características generales muy semejantes al resto de lápidas funerarias aparecidas con cierta abundancia en la comarca y adscritas a la tribu prerromana de los vadinienses.
El descubrimiento se produjo el pasado verano durante uno de los estiajes del embalse, en el paraje conocido como Castro de Cima la Cueva, que era colindante con el viejo Riaño y que «actualmente se cubre a temporadas por el agua y, en otras, su tierra sale a la luz. De este mismo lugar proceden otras cuatro lápidas vadinienses anteriores», explican desde la asociación Montaña de Vadinia, inquieto colectivo cultural que ha sacado adelante un buen número de iniciativas relacionadas con el patrimonio histórico y etnográfico del valle y que rescató de su peculiar 'exilio' en Bilbao una de estas lápidas.
Ruinas de viejas casas
El hallazgo, realizado por el investigador Pedro Luis González Manuel, tuvo lugar entre un montón de escombros -había hasta piedras de las casas derruidas durante la construcción del pantano- ubicado junto al castro, una elevación que se encontraba muy cercana al pueblo y que aparecía en todas las imágenes y vistas generales del Riaño anterior a 1987.
El pastor no entendió el lenguaje y los símbolos de los textos, pero supo que tenía algo valioso entre manos. Vendió su botín a un beduino israelí llamado Hassan Saeda, quien los pasó en contrabando por la frontera, hoy luce como su dueño y está enfrentado en una ardua disputa con el gobierno jordano que reclama la devolución de los textos.
La batalla no es nimia: los primeros análisis realizados a los códices por un grupo de arqueólogos británicos revelan que podrían ser los textos cristianos más antiguos conocidos hasta ahora y entregar nuevos datos sobre la vida de Jesús y el nacimiento del cristianismo.
Una de las pocas personas que ha visto la colección es David Elkington, un estudioso de arqueología religiosa, quien lidera el equipo británico dedicado a conseguir que los libros sean llevados a un museo de Jordania. Saeda llegó a él para saber el valor de los textos y Elkington alertó al gobierno jordano temiendo que fueran a parar al mercado negro.
A partir de los resultados recientes, el grupo ha encontrado que los mayas de ese sitio utilizaron en la edificación de su ciudad rocas provenientes de la Formación Tenejapa, unidad geológica con una edad aproximada de 61 a 65 millones de años, del periodo del Paleoceno.
Consisten en dolomitas y calcitas microcristalinas, enriquecidas con magnesio, que fueron depositadas en una plataforma carbonatada marina. Las características físicas y químicas, así como su extracción en forma de lajas o bloques planos, y su naturaleza refractaria, resistente a ataques de soluciones ácidas, posibilitan su empleo como materia prima en la construcción de edificios y producción de estuco.
José Luis Ruvalcaba Sil, del IF, señaló que, por ello, los materiales se conservan mejor en esa área que en otros sitios mayas, como Calakmul, donde las estelas hechas de elementos calcáreos, que no son ricos en magnesio, se deterioran con el tiempo; su dureza y propiedades mecánicas son muy distintas.
Las piezas se localizaron a un costado de la Catedral Metropolitana, donde se efectúan trabajos de excavación que supervisa el Programa de Arqueología Urbana (PAU) , donde se habilita el área para la construcción de un nuevo acceso a la zona arqueológica y del museo que alojará el monolito de Tlaltecuhtli, -deidad mexica de la tierra-.
El arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, responsable del PAU, que forma parte del Proyecto Templo Mayor, señaló que en los límites de las calles Seminario y Guatemala, se detectó una fosa de unos 12.20 metros por 7.70 metros, donde los mexicas presuntamente arrojaron gran cantidad de materiales, entre ellos los restos de esas esculturas.
Explicó que tres de las cinco esculturas son solo fragmentos, entre las que destaca un clavo arquitectónico en forma de cráneo, el más grande encontrado hasta ahora en las inmediaciones del recinto prehispánico, de 88 centímetros de largo por 40 de ancho.
En 1989 Josep Quintana Cardona, un joven científico, encontró un hueso fosilizado en Menorca. En aquel momento pensó que era el hueso de una tortuga extinguida. "Siempre recordaré ese momento: al intentar extraer el hueso, éste se rompió en varios fragmentos. Dudé unos momentos en tirar los trozos al interior del pozo. En lugar de ello, lo reconstruí", recuerda el científico.
Después de enseñar los huesos de cráneo a otros paleontólogos nadie supo determinar de qué animal se trataba, pero se formuló la hipótesis de que pertenecieran a un conejo. En 1994 volvieron a encontrar otros huesos muy fragmentados. Durante cuatro años los expertos recuperaron huesos para comenzar el estudio científico del animal. Finalmente el grupo de investigadores se dio cuenta de que era un animal completamente nuevo para la ciencia.
Comentario: Los artefactos pueden ser interesantes, incluso importantes. Pero es el momento de su publicidad y su inserción dentro de una cronología que probablemente es falsa ¿solo más de la misma profecía auto-realizada, inventada para darle credibilidad a la megalomanía política (bastante material por cierto) del sionismo?
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