© DesconocidoManual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (en inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM)
La revista
Frontiers in Public Health ha lanzado recientemente una nueva sección dedicada al campo de la salud mental pública. El primero de los artículos publicados en ella, a cargo del profesor
Wulf Rössler, de la Universidad de Zürich (Suiza), reflexiona sobre elimpacto de las clasificaciones psiquiátricas en la práctica y la investigación en el ámbito de la salud mental. Como es seguramente bien conocido,
la reciente aparición del DSM-5 ha avivado el debate, por otra parte siempre latente, de los beneficios y problemas que se asocian al uso de las clasificaciones diagnósticas de los trastornos mentales. Este es un tema que no sólo suscita interés entre los profesionales de la salud mental, sino también entre la población en general.
El dictamen basado en estos "libros sagrados" de la psiquiatría y la psicología clínica tiene un impacto directo en las vidas de aquellas personas que cumplen con los criterios de alguna de sus categorías. Es un tema, por otra parte, que parece polarizar a los interesados en él, agrupados en defensores y detractores de las distintas clasificaciones o de enfoques alternativos, como se ha puesto de manifiesto en las redes sociales. Por eso, es especialmente destacable el planteamiento sereno y moderado que Wulf Rössler lleva a cabo sobre las clasificaciones psiquiátricas, las limitaciones de éstas, su impacto social y las propuestas para la mejora de las tareas diagnósticas.
En este sentido, el punto de partida es un dato que sin duda llama la atención: progresivamente, las ediciones sucesivas del DSM han ido incrementando el número de categorías diagnósticas existentes, pasando de 106 trastornos mentales en la primera edición, allá por los años 50, a 265 en el DSM-III y 297 en el DSM-IV. ¿Quiere esto decir que, fruto de los esfuerzos de la investigación, hemos ido descubriendo nuevos problemas mentales que antes nos pasaban desapercibidos? ¿O que han aparecido nuevos trastornos mentales antes inexistentes? Parece que ni lo uno ni lo otro. En línea con una progresiva
psiquiatrización de la vida cotidiana, esta proliferación de categorías parece más bien obedecer a una disminución del umbral de diagnóstico. Es decir, que
patrones comportamientos que antes no eran considerados como psicopatologías pasarían a considerarse como tales. Alguien podría pensar que mejor así; ya que rebajar los criterios para ser encasillado en un diagnóstico reduce las posibilidades de cometer "falsos negativos", esto es, de que alguien se escape sin su "merecida" etiqueta. Pero tiene otro inconveniente, y es que
se incrementan las posibilidades de que uno acabe siendo un "falso positivo", y que "oficialmente" se le asigne un trastorno cuando en realidad no sufre patología alguna. Como señala Rössler, la cuestión no es menor, ya que -para bien o para mal-
los diagnósticos tienen efectos directos en las vidas de las personas y en la vida de una sociedad.
Comentario: No debemos olvidar que, así como sucede con las demás enfermedades y los intereses de la industria farmacéutica en mantenernos enfermos para vender sus medicamentos. La psiquiatría y sus diagnósticos han generado miles de millones en ganancias para esta industria en lo que se refiere a medicamentos para "tratar" los diferentes trastornos mentales.
Para más información, ver:
Documental: La Psiquiatria, Industria de la Muerte
La Verdad sobre la Psiquiatría - El Negocio de los Fármacos
Tímidos, tristes, y rebeldes, las nuevas víctimas del DSM
Millones de personas diagnosticadas con enfermedades mentales, ¿control social o negocio del big pharma?