"Si tan sólo supiéramos qué es la ilusión, entonces sabríamos lo opuesto: qué es la Verdad. Esta Verdad nos liberaría de la esclavitud." - Boris MouravieffEn el artículo anterior, hicimos algunos comentarios sobre el estado psicológico del ser humano, y de cómo lleva en su interior la figura del Sistema que rige las vidas de la comunidad humana. La fatalidad sistémica es igual de exógena que endógena. Somos víctimas y verdugos del infortunio que vivimos. Víctimas del sistema patócrata; verdugos por ser seguidores y continuadores - ya sea consciente o inconscientemente- de la idiosincrasia social que nos subyuga.
Por cada cosa que se consigue para beneficio de la humanidad y/o del planeta, se dan lugar cien de perjuicio. La maraña en la que vivimos, producida por la mentira, la manipulación y el control, no permite, sencillamente, ver la Verdad de la Vida. Tan sólo, y con mucho esfuerzo, percibimos algunos retazos de Verdad, como si viéramos haces de luz atravesar los negros nubarrones de una tormenta. E incluso así, es muy probable que ésos retazos sean confundidos con mentiras, o pasados por alto por no observar y comprender lo suficiente.
La mentira mata a la Verdad. La entierra, la esconde, la olvida. La mentira es uno de los factores esenciales para que el Sistema pueda continuar funcionando.
Se habla largo y tendido de las mentiras que profieren los gobiernos, las grandes corporaciones o los medios de comunicación. Pero, ¿Qué ocurre cuando las personas mentimos a otros? ¿Y las mentiras hacia uno mismo?¿Cuánto daño pueden hacernos las mentiras a nosotros mismos?
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