© DesconocidoEl país sufre a la vez una sequía que ha devorado el 5% de la tierra cultivable del país y unas inundaciones que dejan más de 25 muertos.
El clima no da respiro en China. Parece como si no consiguiese encontrar el término medio. La semana pasada, el gigante asiático se enfrentaba en la cuenca del Yangtsé a la peor sequía de los últimos 50 años. Hoy, sin embargo, el país busca bajo el lodo a las víctimas mortales de las inundaciones que sacuden el suroeste del país. Los meteorólogos ya no saben si anunciar las lluvias con alegría, porque han salvado un tercio de la tierra cuarteada, o con el gesto adusto que requiere la pérdida de al menos 24 vidas humanas, el derrumbe de más de 800 edificios y la inundación de 13.000 hectáreas de cultivo.
Se mire como se mire, la situación es dramática. Porque la sequía que sufre el río más largo del gigante asiático ha devorado ya el 5% de la tierra cultivable del país, unos siete millones de hectáreas, y afecta directamente a más de 35 millones de personas, de las que más de dos millones tienen ya dificultades para acceder al agua potable. Y las trombas de los últimos días no son la mejor forma para combatir el déficit del ansiado líquido, puesto que la tierra no es capaz de absorberlo y provocan el desbordamiento instantáneo de los ríos.