México parece, hoy como ayer, el día después de la guerra, si después de la guerra existe un día. Esta ciudad no ha dormido ni dormirá en mucho tiempo.
Los sonidos de las palas, las voces, el ajetreo de los que sacan escombros, las sirenas de ambulancias, los altoparlantes que anuncian riesgos o vidas...todo continúa. Cuando dejen de hacer rescates y todo vuelva a la calma, México seguirá sin dormir creyendo que aun tiembla.
Yo aún tiemblo y sigo sin dormir, la alteración del día se agolpa en la noche, las imágenes del
terror magnitud 7.1 se revelan todas al oscurecer. La tensión -ya no el café- me mantiene despierta. Escribo en casa porque hay electricidad e internet. Las redes sociales comparten información de sitios donde se necesita ayuda, donde hace falta no solo mover piedras, sino empacar agua y guantes, vendar heridos, salvar. Me comunico con un amigo bombero que está en Canadá, para que me guíe: voy a salir, está nublado afuera, parece que lloverá hoy, ¿eso implica riesgos de más derrumbes?
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