Una laguna andaluza esconde 80.000 metros cúbicos de gas que podrían liberarse de golpe.
El escenario era idílico, un lago azul inundando el cráter de un volcán extinto, pero de repente fue invadido por un asesino invisible. Los habitantes de las orillas del lago Nyos, en el noroeste de Camerún, empezaron a desvanecerse en masa la tarde del jueves 21 de agosto de 1986. Más de 1.700 de ellos jamás se despertaron. Una nube letal de CO
2 brotó del agua, desplazando al oxígeno y asfixiando a todos a su paso. Las aldeas quedaron
plagadas de cadáveres de personas y ganado. Dos años antes, en el vecino lago Monoun, habían fallecido 37 personas en circunstancias similares. El planeta miró, asustado y desconcertado, a Camerún.
Son las dos únicas erupciones límnicas conocidas, un suceso también conocido como "fenómeno del lago explosivo", según recuerda el geoquímico
Javier Sánchez España. Su equipo ha encontrado otro lago, la Corta Guadiana, en Puebla de Guzmán (Huelva), que también podría emitir una nube letal. En sus profundidades se esconden 80.000 metros cúbicos de dióxido de carbono (CO
2), un gas formado por las aguas ácidas producidas por la antigua actividad minera en contacto con carbonatos de los suelos. Es "un serio peligro para el público", según exponen el investigador y sus colegas en un estudio publicado en la revista especializada
Science of the Total Environment. En principio no hay riesgo para el pueblo, de 3.000 habitantes, pero sí para las personas que estuvieran en las inmediaciones de una hipotética erupción.
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