Traducción al español por Sott.net© sott.net
En casa, las mejores discusiones tienen lugar en torno a la mesa durante el desayuno. Verá, consecuentemente con los protocolos alimenticios que hemos estado investigando, experimentando, y que hemos encontrado óptimos para la salud, nuestra comida más abundante es por la mañana. Desayunamos una buena variedad de carne, tocino, embutidos caseros de pavo y cerdo, jamón, etc. Con panqueques de trigo sarraceno y lechuga para los que deseen hacer sándwiches. A menudo incluimos otros vegetales, como batatas fritas en grasa de pato. Preparar el desayuno para 10 a 15 personas nos lleva aproximadamente una hora, dependiendo de la cantidad de huéspedes en la residencia, y como es natural, un comienzo del día tan robusto invita a reflexiones y charlas igualmente robustas. Estas Conversaciones en el desayuno van desde la política a la religión, de la historia a la física, y usualmente comienzan con charlas sobre eventos actuales o lo que estén leyendo los individuos involucrados. Algunos de nuestros huéspedes, a menudo profesionales académicos, nos han comentado que nuestras conversaciones en el desayuno son el equivalente de conferencias de postgrado en cada uno de los tópicos que se discuten. Para nosotros no es más que una conversación cualquiera.
En torno a la mesa del desayuno de esta mañana, la charla fue algo sombría, por más de un motivo. El primero de ellos fue la muerte de nuestra vecina, hace sólo dos días. Anoche pasamos una hora junto con su esposo y su hijo, ambos desconsolados, sentados en el dormitorio con Francesca (seudónimo) sobre la cama, vestida con su atuendo funerario. Estábamos al tanto de la historia de sus 56 años juntos, y de las circunstancias que la llevaron a la muerte a los 74 años, pero escuchamos nuevamente fascinados a Jean-Luc relatándolo una vez más; es difícil no estar fascinados cuando la protagonista permanece recostada frente tuyo, como si en cualquier momento fuera a abrir los ojos y unirse a la conversación.
Francesca estaba, en pocas palabras, dedicada a el cuidado tanto de su salud como de su apariencia. Sus padres vivieron hasta entrados los noventa años (su madre había muerto el año pasado) y no había motivo para no creer que ella también lo haría. Ella comía montones de vegetales, poca grasa, hacía 15 horas de ejercicio vigoroso por semana, jamás fumó, y sólo bebía un poco de vino de vez en cuando, prefiriendo las gaseosas dietéticas, ricas en aspartame. Hace dos años, a la edad de 72, Francesca tenía el rostro y la figura de una mujer en la flor de la vida. Dejaba a todo el mundo boquiabierto, literalmente. La mirábamos embelesados corriendo a diario por el espacioso camino que rodeaba su casa, cada día, durante los numerosos años en que ella vivó en ese lugar. Hasta hace 18 meses, cuando algo cambió.