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© UNAMLa combinación de 10 telescopios que observan a un objeto al unísono permite obtener imágenes con detalles que no se podrían apreciar de otra forma
El sistema de interferometría de larga línea de base, perfeccionado por Laurent Raymond de la UNAM permite observar el espacio con la potencia de un telescopio de ocho mil kilómetros

Laurent Raymond Loinard, científico del Centro de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM trabaja en un sistema tan potente para captar estrellas que, si hubiera un conejo en la Luna, podríamos acercarnos tanto como para ver su nariz.

El investigador ha perfeccionado la interferometría de larga línea de base, método que permite determinar con precisión la distancia que hay a diversos cuerpos estelares, con la misma potencia de un telescopio ocho mil kilómetros de diámetro.

Sin embargo, él no elabora una mega lente de ocho mil kilómetros que abarcaría países enteros.

"En vez de ello, lo que tenemos es una red de 10 radiotelescopios interconectados que funcionan como un gigantesco ocular que empezará en el océano Pacífico y concluirá en el Caribe, pues el primero está en Hawai, el último en las Islas Vírgenes, y en medio hay ocho más, distribuidos a lo largo del Estados Unidos".

Este peculiar conjunto recibe el nombre de VLBA (siglas de Very Long Baseline Array), y consta de una decena de antenas parabólicas idénticas, de 25 metros de diámetro y 240 toneladas de peso, que operan al mismo tiempo y apuntan a un mismo objeto en el cielo.

El resultado es que este desarrollo, manejado por la NRAO (siglas en inglés de Observatorio Nacional de Radioastronomía), capta imágenes más nítidas que las de cualquier otro telescopio, sin importar si está en Tierra o flota en el espacio, como el mítico Hubble.

Para lograr estas imágenes, cada una de las 10 antenas graba todo lo que está a su alcance y envía esta información a un centro común, localizado en Nuevo México, EU, donde un aparato, llamado correlador, junta y da coherencia a la información y genera observaciones semejantes a las que uno hubiera obtenido con un solo aparato para observar el espacio, pero de miles de kilómetros.

México, en el mapa estelar

Los 10 telescopios con que trabaja Loinard pertenecen al Observatorio Nacional de Radioastronomía de Estados Unidos (NRAO, por sus siglas en inglés), una entidad con una larga historia de cooperación con el Centro de Radioastronomía y Astrofísica en Morelia.

"Hemos participado con ellos en proyectos tanto técnicos como científicos a través de iniciativas tanto del Conacyt como de la UNAM. Tenemos un contacto estrecho y viajamos con tanta frecuencia a Nuevo México, que ellos nos consideran parte de su consorcio".

Hasta ahora, el intercambio ha sido estrecho, pero Loinard está empeñado en que lo sea aún más, al grado de que ha hecho gestiones para que el Gran Telecopio Milimétrico (GTM), edificado en la Sierra Negra de Puebla, se convierta en el integrante número 11 de este particular arreglo de antenas.

"Su inclusión sería de gran ayuda, porque nos permitiría obtener imágenes mucho más claras y, además, hacer trabajo desde nuestro país", expuso Loinard.

Sin embargo, la puesta en marcha del GTM se ha demorado, lo que dificulta la inclusión de este mirador; sin embargo, esto no ha representado freno alguno para Loinard y su equipo, que desde Morelia, exploran a diario el espacio para crear una cartografía precisa de las regiones en las que surgen las estrellas, labor que ha arrojado un resultado inesperado pero sumamente inesperado para ellos, "poner a México en el mapa estelar".

Más preciso que el Hubble

Loinard ha perfeccionado la manera de trabajar con este arreglo de telescopios, método que recibe el nombre de interferometría de larga línea de base, "y nos ayuda a obtener imágenes cientos de veces más precisas que las del Hubble".

Tanto por este desarrollo, como por sus estudios sobre el nacimiento de las estrellas, el astrónomo recientemente obtuvo el Premio Friedrich Wilhelm Bessel, que otorga Alemania a través de la Fundación Von Humboldt.