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Traducción y edición al español por PijamaSurf

Un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago colocó a parejas de ratas en una jaula de cristal. Una de las ratas podía andar libremente mientras que la otra estaba restringida a un estrecho tubo de plástico que sólo podía abrirse desde fuera. Reiteradamente, sin recibir una recompensa, la rata afuera del tubo de plástico liberó a su compañera encerrada.

"Las ratas se ayudan entre sí cuando están sufriendo. Esto significa que es una herencia biológica", dijo la neurobióloga Peggy Mason. "Este es el programa biológico que tenemos". El estudio sugiere que es al menos plausible que las ratas, así como la mayoría de los animales, tengan "un comportamiento pro-social motivado por la empatía".

El experimento fue la continuación de uno anterior realizado por Jeff Mogil de la Universidad McGill en el que se demostró que los ratones tenían la capacidad de un"contagio emocional" - algo que describe la tendencia entre los ratones a mostrar su molestia cuando uno de sus compañeros de celda padecía dolor.

El etiólogo Frans de Waal en esa ocasión justificó usar el término empatía - el cual debemos llamar no sólo la capacidad de ponerse en los zapatos de los demás, sino también en las "patas" de los demás. Tal vez la empatía no es, como se creía, un proceso cognitivo de alta sofisticación evolutiva, sino un fenómeno simple y universal, "tan viejo al menos como los mamíferos y corre profundamente dentro de nosotros".

Ampliando esta posibilidad, al mismo tiempo el neurobiólogo Inbal Ben-Ami Bartal estaba haciendo una investigación con cáncer en Israel, cuando notó que las ratas en su laboratorio manifestaban una inconformidad cuando se estaba realizando cirugía a otras ratas. A esto se le añade el hecho de que algunas ratas llevan comida a otra rata cuando ésta está atrapada.

El estudio mencionado de la Universidad de Chicago contempló numerosas variables. Cuando se utilizaron ratas falsas en el tubo de plástico las ratas no las liberaron; para descubrir si las ratas no estaban respondiendo a una recompensa social - su versión de un abrazo de gratitud - las ratas fueron liberadas pero en una jaula separada: de todas formas las ratas siguieron liberándose. Cuando se les permitió comer chocolate antes, las ratas tendieron a liberar a sus compañeros antes y luego y comer y compartir el chocolate. "La empatía es una motivación poderosa, a la par con el deseo de chocolate", dice de Waal. Valdría la pena ver si lo mismo ocurre con los humanos, ¡conozco algunos que pierden la cabeza con el chocolate!


La empatía como salvaguarda biológica tiene un claro sentido evolutivo dentro de una especie. "Mamíferos que necesitan cuidado y nutrición cuando nacen requieren algún tipo de conexión empática entre madre y crías, dice Bartal. Los científicos creen que la empatía podría estar localizada en el sistema límbico y en varias hormonas y neurotransmisores comunes a todos los mamíferos (aunque es posible que la empatía incluya a otros animales e incluso a las plantas).

Aquellos ratones que se contagiaban emocionalmente del sufrimiento de otros ratones, o aquellas ratas que se perturbaban cuando otra rata era operada quizás apunten a la existencia a una red sensorial transpersonal entre todos los seres vivos. Curiosamente en el hombre aquello que lo hace más humano yace en la profundidad animal y más primitiva de su neurobiología - si bien ahora tiene la capacidad de hacerlo consciente. En este sentido quizás la evolución humana necesite de un retorno a una esencia biológica prístina - aprender más del perro y de la rata que de la computadora y el bot. Y esto explica porque en medio de las distopias tecnológicas, en la obra de Phillip K. Dick, como en la actualidad mundial que experimentamos, hay una añoranza por regresar a la naturaleza - quizás no tanto a los bosques y jardines que vemos desplazadas sino a las áreas verdes de nuestra propia psique que se van también desplazando hacia profundidades neurales dormidas e inertes.

Aislados del mundo, desde siempre al construir la ilusión liminal de nuestro ego, pero ahora también por redes de interconexión tecnológica que en ocasiones desarticulan la conexión humana inmediata, quizás sólo desarrollar nuestra empatía pueda conectarnos verdaderamente con el mundo y con nosotros mismos - en ese espejo sin fronteras. Escribe Kephas.